Kakyoin Noriaki miraba hacia el exterior, sentado en esa cafetería mientras revolvía su té helado lentamente, tratando de ignorar el horroroso revoltijo de sus tripas debido a los nervios que sentía. Cielos, ¿estaba el aire acondicionado encendido o no? ¡Hacía tanto calor adentro como afuera!
Acomodó sus lentes y bebió un poco de su té, forzando su sistema digestivo a funcionar normalmente mientras miraba por el ventanal del lugar. Había pasado un año desde que Kakyoin había seguido a Jotaro y compañía al fin del mundo (de nuevo) persiguiendo a alguien que le tenía rencor a la familia (de nuevo) y que había puesto una especie de maldición a algunos miembros de ella (de nuevo). La diferencia es que esta vez no tuvieron que eliminar a un vampiro sádico para salvar a la familia, sino convencer a una engañada esposa de perdonar a su esposo y al esposo de éste.
Ambos villanos eran unos rubios sádicos y rencorosos, sin embargo.
Pero en fin, después de que los abuelos de Jotaro le pidieran perdón (con mucho llanto de por medio) y un tratamiento intensivo de Josuke-terapia, Suzie Joestar cedió y volvió a ser la matriarca de la familia (ella tenía ese cargo dado que la bisabuela Lisa Lisa estaba chiflada y bastante senil).
Y como matriarca, Suzie Joestar se tomaba su rol en serio. Es por eso que había sido la primera en darse cuenta de que Kakyoin estaba baboso por su nieto. Se le había acercado en la fiesta del último cumpleaños de Jotaro y le había dicho:
–Estás enamorado de mi nieto, niño. Ya dile lo que sientes porque Jotaro es tonto como sus abuelos y no se va a dar cuenta. Y es obvio que le gustas también, déjense de tonterías.
Kakyoin había escupido su bebida de forma poco sutil y Suzie se había reído en su cara.
Y por eso el muchacho estaba ahí, después de meses de infructuosos y desastrosos intentos. Porque siempre que Kakyoin intentaba decirle a Jotaro lo que sentía, pasaba algo, cualquier cosa en cualquier situación en la que se encontraran, desde lo más común hasta lo más inverosímil: aparecía Holly en la habitación con refrescos y bocadillos, pasaba una ambulancia o el carro de bomberos, alguien usaba un taladro hidráulico para romper la calle, sonaba la alarma de incendios de donde quiera que estuviesen, explotaba algo en el laboratorio de ciencias de la escuela, un gato caía y arañaba su cara, sonaba la alerta de tsunami, terremoteaba grado ocho en el país, sonaba la alerta de tsunami, lo perseguía un perro rabioso, aparecía chillando el fansclub de Jotaro, ocurría un accidente de tránsito, se detenía el metro o aparecía alguien de la Fundación Speedwagon preguntando cosas raras sobre el viaje a Egipto.
En fin, lo normal siendo el mejor amigo del protagonista de un animé shonen/seinen.
Si no supiera que en general, tenía mala suerte, diría que era obra de un stand enemigo.
Pero Kakyoin tenía fe en que hoy, por fin, lo lograría. Lo sabía.
Y si no, golpearía el estúpidamente bello rostro de Kujo Jotaro y guardaría sus sentimientos en lo más profundo de su pelirrojo ser hasta el día que muriera devorado por los zorros salvajes del bosque donde habría huido a vivir como ermitaño por verguenza a no ser capaz de decir que está enamorado del idiota inexpresivo y problemático de su mejor amigo.
Cielos, qué muerte tan horrible, pensó.
–¿Usted es Kakyoin Noriaki? Tiene una llamada.
Kakyoin miró al camarero que le había hablado y -para nada sorprendido- se levantó y lo siguió al mesón, donde descansaba un teléfono.
–Hello, Ms. Joestar–saludó en un casi perfecto inglés al tomar el auricular.
–Ya dime Suzie, querido– dijo en japonés la abuela de Jotaro, para nada sorprendida que el chico supiera que era ella–. ¿Y? ¿Ya le dijiste a Jotaro lo que sientes por él? ¿Cómo reaccionó? ¿Te ama también?
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El Secreto de Kakyoin Noriaki.
Fiksi PenggemarEs la segunda parte de "El Secreto de Joseph Joestar". Te recomiendo leas ese primero. Kakyoin y Jotaro mantienen una relación a distancia desde hace años, ya que el primero vive en Japón y el segundo en Estados Unidos. Todo iba muy bien hasta que l...