6. El rescate

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Desparecí meses, pero ya volví. Espero con ansias sus comentarios!

oOo

Cerca de 36 horas antes –hora italiana– de que Noriaki y Hol estuvieran en casa de los Giovanna, Caesar se despertó sobresaltado sobre su escritorio cuando escuchó el teléfono sonar cerca de su oído. Apenas estirando el brazo y secándose la baba con la que había manchado los mapas que tenía sobre la mesa de su estudio, respondió.

–¿Sí?

Signore Zeppeli–dijo una voz demasiado familiar que le espantó el sueño enseguida.

–¿Noriaki?–preguntó, irguiéndose y consultando la hora de su reloj. Eran las 3.35 am.

Las cosas de la vida, llevaba días ayudando a su nieto a buscar al muchacho pelirrojo por todo el mundo con la poca información que disponían y de pronto el mismísimo lo llama por teléfono.

–Necesito un favor. Dos en realidad.

–Jotaro...

–Necesito que me ayude a contactar a alguien. Y que no le diga a nadie de esta conversación. ¿Puede hacerlo?

–Muchacho, entiendo que estés enojado, créeme que nadie te entiende más que yo, pero creo que necesitas hablar con Jotaro, aclarar las cosas...

–¿Puede hacerme esos dos favores, señor Zeppeli?

Caesar se pasó las manos por el cabello entrecano y la barba. No tenía cómo rastrear la llamada que le estaba haciendo Kakyoin en ese momento porque nunca había cambiado el viejo teléfono de su estudio por uno con identificador de llamadas. Maldiciendo a su yo del pasado, decidió que apenas terminara la llamada, correría a mirar el identificador del teléfono que estaba en la sala, ese aparato infernal que ni él ni Joseph sabían utilizar. Y desde ahí podría partir la búsqueda.

–Puedo. No le diré a nadie que hablé contigo, ni siquiera a Jot...

–Esto no se trata de él–lo interrumpió el joven–. Esto tiene que ver con la Fundación, señor. Peligra la misión si le dice a alguien.

–¿En qué andas metido, Noriaki?

–Necesito que me ponga en contacto con el jefe de la familia Zeppeli en Milán. Estoy en una misión de encubierto y si la familia Zeppeli me respalda, mi fachada será más creíble.

Caesar sintió un vacío en el estómago, como cuando se subía a un ascensor particularmente antiguo.

–¿Para qué rayos necesitas que la parte mafiosa de mi familia te respalde, carajo? ¿Estás metido con la mafia ahora?

–No, con carteles de drogas en Tailandia– dijo Kakyoin, en un tono que no le permitió interpretar si era sarcasmo o no

–¿Noriaki?

–Larga historia. ¿Tiene papel y lápiz? Le enviaré un número al que podrá enviarme el teléfono o el contacto del jefe.

–Jefa–corrigió Caesar–. Es mi hermana menor.

Hubo unos segundos de silencio. Luego escuchó la voz de Kakyoin dictando varios números que alcanzó a escribir. Los repitió a petición del muchacho y luego de darle algunas indicaciones, la llamada había acabado.

oOo

–Venimos por parte de la signora Chiara Zeppeli–dijo Kakyoin en inglés a Enzo y a Kikyo, sentados frente a él en la sala y separados por una pequeña mesa en donde descansaban cuatro tazas de café–. A ella le interesa expandirse a esta ciudad y cree que usted es un buen candidato.

El Secreto de Kakyoin Noriaki.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora