CAP, 02

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Lèane Bleu

Las cuentas no me dan. Hay algo que no me termina de dar en esta ecuación.

Estoy...¿completa? Se pudiera decir. No es como si estoy en la cúspide de la felicidad pero tampoco es algo que exija dada mi situación. Me conformo con tranquilidad porque es lo único que ayuda a que esté medianamente estable y no me ponga creativa.

Desde que me desperté y hablé con Stella, fue raro. Ella me dijo que me acogería como a su hija, que me quería, que me apreciaba y que su familia estaría totalmente feliz. Lo único que yo hice fue callarme la boca. Papá siempre me dijo que movería cielo y tierra para que yo tuviera todo lo que necesitara según el lugar donde estuviese. Cuando me mandaron para donde Leandra ni siquiera protesté, solo tomé la orden y me metí en el carro. Ya tiempo antes papi me había dicho que me había conseguido una posible psicóloga que si me iba a ayudar, era la mujer de la mafia siciliana. Nunca me interesó un tratamiento o el lugar donde estuviese y es que mi importancia hacia la vida es nula. Sé que un secuestro esto no puede ser y me van a tratar por lo que me callo y espero. No creo en falsas promesas, dudo de todo corazón que logren hacer que mis escenas cambien pero permito que investiguen conmigo pese a que todos sabemos que mi diagnóstico y enfermedad es Aimée Pons.

Leandra estuvo en contacto conmigo, no me dijo que me extrañaba o necesitaba, más bien estaba decepcionada de que hubiese envenenado a Nix Pons y mientras ella me dio un increíble discurso sobre la vida, la importancia de y el amor hacia la familia, yo bajé a decirle a Stella que necesitaba verla a causa del dolor de cabeza que me genera la gente intentando que me importen.

No quiero saber si te afectan mis actitudes.

No me interesa que estén dolidos.

No me mueve el piso que existan siquiera.

Me da dolor de vida la presión por querer remover algo en mí. El único que causaba lo mínimo en mi ser era mi papá y ya que se dejó matar como un idiota, terminaré de vivir en el vacío.

—Hola, muñeca de mi vida—Stella siempre se ve espectacular, es un don con el que fue bendecida en su nacimiento o al casarse con Lorenzo y pasar a tener grandes cantidades de dinero. Malo. Pero dinero en fin.

Pídeme lo que quieras, Lèane. Solo habla. Nada puede ser demasiado ostentoso.

¿Y si pido un castillo?

Un castillo tendrás.

El recuerdo me avasalla como quinientas balas con dirección directa hacia mi cabeza. Así funcionamos por años, yo pedía y él cumplía. Me sentía la niña más completa de la existencia con lo más brillante, lo más costoso y espectacular sólo para mí. Con el pasar de los años tenía material suficiente como para empeñarlo en una casa de cambio y huir de él. Un carro mercedes mini color rosa. Una casa dentro de la de mi tía. Cadenas de oro. Diamantes por doquier. Carteras de las marcas que me daba la gana. Un cuarto entero de maquillaje. Pero, después, mis requerimientos se hicieron inaccesibles y no porque papá dejara de producir, por el contrario, más dinero siempre estaba presente en sus cuentas. Sin embargo, cuando le pedí cianuro lo vi por primera vez palidecer, ni hablar de cuando le rogué que viviera conmigo y dejara a Suzanne.

Nunca tuve un problema real con Suzanne, es una persona que me iba y venía, pero tenía a mi papá y él siempre será mío. Muerto o vivo. Mío. Entonces mientras ella mantuviese sus manos lejos de lo que me pertenecía, jamás íbamos a chocar, aunque supongo que ella tenía otra mentalidad mía. La primera sospecha de Suzanne fue por el tatuaje de L que obligué a papá a que se hiciera, constando que el diseño con simbología de protección fue absolutamente su idea, ella no lo vio así y que llorara. Papá un día me dijo que quizás se iba a tatuar una S para que dejara la asunciones y yo le dije que en definitiva no iba a ser una suposición sino una realidad su muerte si ello llegaba a suceder.

SIGILIO: Cadenas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora