CAP, 11.

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Lorenzo Di Crescenzo.

No es como si quisiera, porque admito que no.

Desde que Suzanne se fue a vivir su mejor vida con nada más y nada menos que Thimothée Bleu Daract, decidí darme por rendido con la vida. Porque nunca iba a tener lo que quería. Decidí conformarme con la que mis padres escogieron para mí porque más allá de esa elección, la vida a gritos ya me había exigido que fuese ella. Que recordara que esa es mi mujer. La única. La incomparable. La que no me dejaría caer. La que me ama. La que vive por mí. Ella. Stella Angelo.

La relación con mi esposa es mi compromiso absoluto, más allá de las nupcias que contrajimos, es algo ético y personal que no me permitiría incumplir o deshonrar. La única persona por la que yo hubiera caído, se llama Suzanne Sculla Kaya y tiene que fingir su muerte por las injusticias de la vida. ¿La he visto? Claro. Hace poco Thimothée tuvo una especie de crisis por algo que vio por las cámaras y decidió que era buena idea venir, su esposa me llamó antes de tiempo y logré llegar con Stella, aunque para ese entonces ya todo estaba controlado porque Suzy había roto el sistema, justificando que Thimothée había dejado de descansar y tener una vida en paz a causa de su obsesión por espiar a la hija. Lo que solo me ayuda a pensar que si estuviera viendo esto, vendría a degollarme y habría valido la pena.

Lèane Bleu tiene uno de los mejores físicos que me he permitido observar, y eso que llevo años conociendo a mujeres que varían desde putas comunes hasta mujeres de realeza, con clase. No voy a decir que se ve mejor que Suzanne, ya eso sería hablar estupideces porque a ella la veo y la veré siempre de una manera distinta, siempre será el amor de mi vida, a pesar de que haya decidido que el de ella es Thimothée. Lo acepto. No porque quiera sino porque me tocó, porque ella no sabe lidiar con los prejuicios de las personas y por eso no estaba abierta a algo conmigo.

Lèane parece todo lo contrario.

No sé muy bien que fue lo que pasó, solo sé que Stella estaba a nada de quedarse dormida cuando estábamos pisando la casa y de pronto se paró diciendo que algo terrible había pasado porque Lèane le habría escrito que por favor la buscaran. Normalmente había mandado a un chofer que es minutos la hubiera traído a casa, pero sé lo delicado que es todo con Lèane y preferí no tentar la suerte. Entonces llego y me recibe prácticamente abierta de piernas. Invitándome a pecar.

No sé por qué Lèane quiere esto, pero no me suelta y de a poco, como a cualquier hombre con cabeza, me va haciendo caer. Sus piernas se enredan en mi torso como la serpiente que es y atrae mi cara con sus manos. Los dedos finos y largos me cubren el rostro y me permiten llegar a la laguna que le pusieron por bendición. Ella es fijo la favorita de algún ser superior, imposible la duda. Parece hecha a perfección, con esos tonos bronceados que le recubren la piel uniformemente, la altura ideal para tener unas piernas definidas, largas. El cabello natural que le cae como cascada con volumen, sin simplicidad. Los tonos oscuros sólo hacen que los ojos parezcan faroles en medio de la oscura noche, resaltando.

—¿Qué buscas, Lèane?—Le preguntó con suavidad. Soy completamente consciente de la condición psicológica que padece la que me tiene amarrado. Un paso en falso la puede poner a convulsionar de dolor, otro puede derrumbar el cierto avance que ha tenido.

Cuando Stella me llegó a contar de la paciente sospechosa de Thimothée Bleu, me hablaba de características realmente raras y que podían asustar a cualquiera, como su dependencia emocional extrema, su depresión completa, su bipolaridad momentánea, su dolor general por lo mencionado. Ella ha contrarrestado la intensidad de los sentimientos que la llenaban antes y se ha podido ver en sus conductas, pues la Lèane que teníamos hace meses, capaz de escaparse e ir a pelear cuando no estaba capacitada, no es la misma tranquila que vive en mi mansión playera. Esto, ha sido un trabajo general donde se ha buscado mayormente su paz con medicamentos y terapia. Agradezco en parte que Giacomo por una vez en su vida no haya cagado algo por sus actitudes claramente inmaduras e inexpertas, pues todos sabemos que con menciones de cosas relevantes, que Stella nos explicó, o inclusive estupefacientes, sería en vano cada paso hacia adelante.

No soy estúpido, por más de que muchos han subestimado mi poder por errores del pasado o por creencias sin argumento. Aceptar a una intrusa en mi espacio no fue un acto de buena fé ni mucho menos, era totalmente consciente de que con eso iba a poder tener agarrado de las pelotas a Bleu, porque si hay algo que tiene a parte de ser un grandísimo hijo de puta, es que a sus hijos los ama. Bueno, generalizó esperando que el que le tiene montado desde hace cuatro meses a Suzanne también lo vaya a hacer sentir de esa manera. Con Lèane en casa podía pedirle que me diera los contactos para mantener el control, porque sino, algo le pasaría y sin ir a las exageraciones.

—A ti.

—¿En qué sentido?—Trato de levantarme y, sorpresivamente, me lo permite. Me recuesto del escritorio pasándome las manos por la cara. Ella es rara y no quiero perjudicar su ya débil salud mental—. ¿Te ha pasado algo con la medicación? ¿Tomaste? Esto es algo que no tiene nada de sentido—He estado viviendo con ella desde hace un tiempo para acá. ¿La conozco? No, no estoy ni cerca de hacerlo y por eso es que esto no tiene tanto sentido como quisiera.

—¿Por qué tiene que haberme pasado algo?—Levanta la ceja y se me sube la bilis por el recordatorio de quien la trajo al mundo prácticamente—. Esto es sencillo. Tu hijo me atrae pero es demasiado inmaduro como para que pueda lidiar con él más de una hora—Se para de la silla y la veo directamente a los ojos cuando se para frente a mí—. Eres una versión más madura de él que supongo que no me va a dejar caliente, ¿o si?—El cuerpo se me hiela cuando desliza su mano sobre mi abdomen. La camisa no es suficiente—. Eso sería muy malo, Di Crescenzo.

—Los problemas que tengas con Giacomo, los puedes arreglar directamente con él.

Tumba todo lo que está en el escritorio con una sola mano y de a poco me va bajando hasta pegarme contra el material duro.

—¿Por qué me iría con él? La experiencia mata lo que sea.

Quizás fue premeditado, quizás y no, pero une su boca a la mía en lo que resulta un beso con el que me desea comer vivo. Succiona mi labio inferior como si para existir lo necesitara. Me deja palpitando por todos lados cuando mete su lengua de manera tan voraz que la respiración me la acelera. Juro que besa divino y que su sabor puede ser caída eterna. No sabe dulce. No sabe salado. No sabe a algo a antes probado. Sabe a ella y es lo más espectacular que he probado jamás.

Suelta mi boca para deslizar un beso húmedo hasta mi oreja, mientras sube su rodilla desnuda por toda mi pierna. No soy de dejarme dominar pero ella me tiene.

—¿Me vas a decir que esto no te gusta? ¿Qué se siente mal, Lorenzo?—Vuelve a atacar mis labios y se me es imposible marcar un ritmo superior porque no hay más potencia que esto. Que lo que estamos teniendo ahorita mismo. La coordinación resulta extraña, nula. Ella es demasiado.

Su mano se posiciona en mi miembro. Solo prueba por encima. Tantea. Nota lo duro que estoy y eso le pone los ojos a brillar. Es primera vez que veo algo tan espectacularmente bonito. Muerto y vivo a la vez.

Trato de tomar el control porque si lo que necesita es experiencia, se la puedo dar. La pongo debajo de mí y si, podrá ser muy hermosa pero también es una clara copia de mi peor pesadilla por lo que el placer se puede nublar. Prefiero chocar su cabeza contra la mesa y con mis pies, abrirla.

No me interesa tener preámbulos con Lèane Bleu, ni prepararla para que su orgasmo sea mejor. El fin está claro. Las ganas también. Subo su vestido color Barbie y tengo una vista preciosa de su culo, por lo que lo muerdo y ella se agarra al filo.

—No tengo condón.

—Soy infértil por mi medicación—Hay más cosas por las que preocuparse a parte de un hijo. Enfermedades, por ejemplo. Sin embargo, ahorita mismo pudiese contraer lo que fuese. Habría valido la pena.

Me saco mi miembro que ya deseaba explotar. Toco para comprobar que no vaya a hacerle ningún daño y a la primera, trato. Pero no pasa. No es que ella me diga que no, es que no pasa.

—Hazlo más fuerte y ya. Siempre me pasa la primera vez—Su vaga excusa me hace temblar ante la posibilidad de que sea virgen, pero lo descarto porque el dolor no la dejaría seguir.

Sigo su consejo y el paraíso me llega cuando sus paredes me atrapan mucho mejor que serpientes venenosas. Palpito por la succión y emoción de sentir algo así. Doy la primera embestida y el sonido me eriza por completo. Me toma. Me supera.

Le doy una. Le doy dos. Tres. Seis. Agarro su pierna por la rodilla y la subo al escritorio para subir la potencia mientras siento que me traga y lleva a un punto sin retorno.

SIGILIO: Cadenas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora