CAP,03.

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Giacomo Di Crescenzo.

Cuando era pequeño mi mamá me prohibió maldecir, decía que era impuro, tentar el destino y no sé que cuanta mierda que consideró prudente para formar a un niño de bien. Hoy por hoy, puedo decir que malditamente odio a la morena de mierda que vive en mi casa cuán energúmeno.

Lo peor de Lèane es que debo soportarla, me guste o no. Sin embargo, ganas no me han faltado de contarle que el papá si está vivo y que la abandonó para que se vaya corriendo y me deje de joder la vida. Aunque, el tema radica en que no me jode sino que pasa de mí como si yo fuera la servidumbre y no el puro dueño de la casa, heredero único de las reliquias Di Crescenzo. Cosas buenas han pasado porque esté acá como que mi padre ha adquirido más poder gracias a que negociar con Crazy Vichy es mucho más fácil que con Despiadado Bleu pero si el peso es este, prefiero las cosas como antes.

—Pásame el de 25, Dante—Le ordeno al tipo que es mi mano derecha y me secunda toda mierda porque es hasta peor que yo.

Conocí a Dante en carreras, solo observaba porque no tenía ni para comprarse una llanta así que empecé a hablar con él. Por esos momentos no estaba de acuerdo con lo que se le estaba haciendo a mi tía, ya que, le estaban viendo la cara de estúpida diciéndole que su familia no estaba viva cuando solo estaba escondida. Corría para desahogarme, alcoholizado y encantado porque no hay una que no logre ganar. Mi padre solo asintió cuando le dije que conseguí a mi mano derecha y lo puse a vivir en uno de los galpones de este donde sirve de ayudante.

—¿A dónde vas?—Me tiende la botella que abro de una vez y me empino sin mucho cuidado, manchándome el pecho que llevo desnudo ya que tuve que cambiarme. El ardor pasa en la garganta y en la cabeza al recordar la causa de mi retraso—. Hoy el encuentro es en strada verde, viale 5. Un poco lejos de acá así que no puedes llegar tarde.

—Llego cuando me de la maldita gana—Levanta los hombros en señal de haz lo que quieras mientras me señala las llaves del McLaren que le regalé el año pasado cuando a mí me dieron el Ferrari—. Yo voy yendo, primero pasaré buscando a Beata.

—No entiendo tu obsesión por esa puta—Le quito el porro de la mano, jalando y riéndome por el acto que previne cuando se acerca de golpe. Es más bajo que yo.

—Te. He. Dicho. Que. No. Es. Ninguna. Puta.

—Todas lo son hasta que no lleven diamante en dedo, hermano—Las palabras de mi mamá resuenan. Ella lo fue hasta que mi padre decidió lo contrario y me joderá siempre admitirlo pero lo agradezco. Me salvó de ser un sucio bastardo.

Dante se rinde y se va, con un malhumor que me importa lo mismo que el cambio climático. Me termino de cerrar el pantalón y dejar el cuarto listo para que cuando llegue nada me estorbe. Cierro ventana por ventana y me odio por hacerlo porque al impulsarme en ellas, veo a la morena nadando en mi piscina con total tranquilidad que no parece una psicópata sin hogar. A sabiendas de que se va a molestar, arrojó el líquido de la botella hacia la alberca y escojo una franela al azar.

•★•

Giacomo Di Crescenzo.
*Necesito buscar mi reloj.

Dea G.
*Estoy en la gala, Gi.

Dea G.
*Recuerda que ya lo organicé.

Giacomo Di Crescenzo.
*Necesito mi reloj.

Dea G.
*Está en mi cuarto, ve.

Dea G.
*Ludo no ha salido así que la casa no está sola pero debes ir YA.

Le envío una fotografía guiñándole el ojo y me bajo del Ferrari negro.

Acostumbro a dejar cosas estratégicamente para este tipo de cosas que terminan sacándome de cualquier aprieto. No me interesaría perder el reloj, tengo varios o sino unas cuantas pacas en efectivo con la que me pudiera llevar la marca, pero necesitaba una excusa sostenible para venir cuando Dea no estuviera aquí y la hermana si. A parte, tenía que ser sostenible porque tanto como la conozco lo hace ella conmigo y sé que en cualquier momento me puede agarrar.

SIGILIO: Cadenas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora