9. Segunda Sesión

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El vestido que hoy usaba era lila, con una falda similar a la del que había utilizado el día anterior, holgado y ligero. La tela era agradable, se ceñía a la cintura y el largo era al nivel perfecto para ocultar la cicatriz de mi muslo. Me había gustado de inmediato porque se parecía a los vestidos que había utilizado años atrás.

En la tabla junto a la puerta no había nada distinto de ayer: mi cliente quería las luces apagadas y nada más. Como un ritual, presioné una mano contra mi pecho y tomé varias respiraciones profundas.

Entré a la habitación.

Esta vez, aunque estaba igual de nerviosa que ayer, tenía un destino determinado: el sillón reclinable junto a la ventana. Ver la misma rendija de luz de ayer entre las cortinas fue un alivio.

Si hubo alguna diferencia entre ayer y hoy, no la noté. Hice lo mismo que el día anterior y mi cliente me tomó la mano en el momento indicado. La suya era de piel suave y el agarre era igual de fuerte.

Su presencia era imponente y real. No necesitaba confirmarlo con mis ojos, lo percibía en cada centímetro de mi piel sensibilizada por la euforia que acababa de experimentar. No fue hasta que me soltó y quedé en esa soledad que lograba crear con su inhumano sigilo que quise preguntarle por qué me había calificado con un 10, qué era lo que lo había instado de nuestra sesión tan simple a hacer otra exclusiva.

Quería hablarle, y al mismo tiempo me retractaba. ¿Y si el silencio era eso que le había gustado? O el ir directo al punto... No quería romper cualquiera que fuese aquel trato tácito.

Por eso, cuando el pitido del reloj indicó que la sesión había terminado, esperé impaciente por dos minutos y salí de la habitación a tomar la tabla, rogando que esta vez hubiese algo diferente, alguna respuesta a mis incógnitas.

No había nada de eso.

PROVEEDORA: H. MASÍAS

EVALUACIÓN: 10/10

NOTAS EXTRAS: NIL

El cliente ha solicitado exclusividad absoluta.

ᴥᴥᴥ

Lorena estaba justo en la entrada cuando volví a casa. No esperó a que terminara de cerrar la puerta para agarrarme del hombro y pegarme contra la pared.

—¿Dónde estabas metida? ¿Estudiando? —con uno de sus dedos restregó mi párpado izquierdo, quitando el maquillaje que llevaba.

—Sí, estaba donde Brenda estudiando física. Pregúntale a mamá.

Lorena alejó la cara de mí como si oliese mal.

—¿Eso es verdad? —preguntó a mamá, quien estaba sentada en el comedor, sacando el contenido del seibó para guardarlo en cajas.

—Sí —respondió mamá.

—Mira —dije antes de que Lorena volviese a hablar, mi tono alto para que mamá también escuchase—. He conseguido dinero. Brenda me lo ha prestado para pagar parte del alquiler.

Lorena me soltó. Sorpresa cubría sus rasgos.

—¿Qué?

—No pensé que fuese cierto —mamá se levantó de la silla como un resorte y puso sus manos en su pecho. Dio pasos vacilantes hacia mí y Lorena—. Es mucho dinero.

—A ella no le importa —La voz me salía titubeante. Temía la reacción de Lorena como una tormenta de rayos—. Le dije sobre la deuda y se ofreció a ayudarme.

—No te creo —dijo mi hermana en voz baja, y sus ojos se alzaron con una fuerza casi tangible—. No te creo una puta palabra que sale de tu boca.

—Lore...

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