14. Cuarta Sesión

123 15 1
                                    

Nuestras manos estaban unidas una vez más.

Yacía en el mismo sofá reclinable, con el mismo vestido de la primera sesión, mirando la misma rendija de luz entre las cortinas de las ventanas. El orgasmo esta vez había sido más largo e intenso, tanto así que me costó respirar mientras arreciaba en mi cuerpo.

No podía negar que el regresar a proveer a mi cliente anónimo me inyectó un frenesí y euforia casi vergonzosos.

Mi garganta estaba seca y aún no se me terminaba de acompasar la respiración. No era tanto por el esfuerzo de producir placer sino por los nervios que se abrían paso en mi pecho, revolviéndome el estómago.

Apreté el agarre de mi mano en la suya y cerré los ojos por unos segundos antes de abrir la boca.

-Oye.

Su voz suave me alcanzó de inmediato.

-¿Mmm?

-¿Te molesta que hable?

-No. Tampoco estás obligada a hacerlo.

No sabía por qué, pero era como si estuviese intercambiando palabras con un viejo amigo.

-De acuerdo -dije en tono bajo-. Gracias.

-No me agradezcas.

-No gracias, entonces -balbuceé.

-No gracias.

Oh. Sonreí al tiempo que le daba un apretón a su mano, el cual él respondió con otro suyo.

Esto estaba siendo más casual de lo que había pensado y no terminaba de asimilarlo. No me había atrevido a hablar sin un propósito, sin embargo. Venía la parte menos agradable.

-Sólo quería decirte que me disculparas. -Traté de decirlo más alto, pero como me temía, mi voz se rehusaba a cooperar. Me humedecí los labios y me obligué a continuar-. Por lo del sábado, quiero decir. Estuvo muy mal de mi parte haberte dejado esperando.

-No es necesario que te disculpes. Está bien, ya estás aquí.

-Necesitabas mi... Ya sabes.

-Ya me has proveído con lo que necesito.

-¿No estás enojado?

-No.

-No es que no me agrades, es sólo que... -Se me trancó la lengua y no pude continuar.

-¿Qué cosa? -preguntó. Capté la curiosidad con la que lo hizo.

-Nada.

-Ahora quiero saber.

-Bueno, que soy una cobarde pues.

-Estás aquí. Es tu cuarta vez aquí. -La voz de mi cliente tenía un deje incrédulo, como si no concibiese la idea de que yo fuese cobarde.

Hice dos intentos para hablar antes de que las palabras por fin salieran de mi boca.

-No es... No es ese tipo de cobardía.

-Está bien tener miedo.

-¿Tú también sientes miedo?

No me respondió de inmediato. La curiosidad se apoderaba de mí como un virus. Aguardaba su respuesta sin mover ni un pelo. ¿Notaría lo hiper-enfocada que estaba en su presencia? ¿En cada palabra que salía de su boca?

Anhelé una vez más girarme y buscar su rostro en la oscuridad. No obstante, eso sería pecar por avaricia. Era como dar los primeros pasos sobre la pista de hielo. Uno en falso y terminaría resbalando y cayendo.

No quería que este momento acabara, no ahora que estaba descubriendo que escuchar la voz de mi cliente era tan indescriptiblemente agradable como tomar su mano.

-Sí, los espectros también experimentamos el miedo -dijo, sonando exhausto.

Hice una mueca. Caí de culo en la pista de hielo gracias a mi bocota, tal y como me lo esperaba. Presa del pánico, hice por voltearme, pero la idea de provocar su partida me dejó clavada en el sillón. Él debió notarlo pues le dio una breve caricia al dorso de mi mano con su pulgar.

Mis párpados revolotearon. Tragué grueso.

-Eso no lo sabía -me apresuré a decir-. Qué indiscreta. Discúlpame. Otra vez.

-No eres indiscreta. Es comprensible que no lo sepas.

No, no era comprensible.

-No volveré a decir cosas así.

-No me molesta que lo hagas.

-Igual, no volveré a hacerlo.

-De acuerdo.

¿Era cosa mía o en su voz reinaba la diversión?

-¿Tenemos muchas cosas en común, los espectros y los humanos?

-Más o menos.

-Tú... ¿de qué sientes miedo?

De nuevo guardó silencio. Me humedecí los labios a la espera. Su pulgar reanudó aquel terso rozar en mis nudillos y mi respiración se descontroló. Cada pequeña caricia de la yema de su dedo era un escalofrío asegurado para mi cuerpo. ¿Se daría cuenta de cómo ese simple toque erizaba todos mis vellos?

Era una pregunta tonta, pues sabía muy bien que sí. Segundos después de haber comenzado a mover su pulgar, su índice se estiró por mi dorso, luego sus otros dedos...

Mi mano quedó acunada en la de él, mucho más grande y más suave. Palma arriba, cerré el puño al instante. Las veces anteriores que había agarrado mi mano, no había sido tan consciente de lo feas que eran como en este momento.

En un repentino baile incomprensible, su pulgar e índice continuaron acariciando de forma sistemática mi mano cerrada. Su pulgar se unió al mío, logrando que este cediera y su dedo índice se metiese debajo de mis otros dedos flexionados.

-Tus manos son una contradicción -comentó con tono pensativo, al tiempo que sus dedos recorrían mi palma callosa hasta que los míos estuvieron distendidos-. Tan rústicas y al mismo tiempo tan elegantes. Tan fuertes y tan delicadas.

Su dedo índice y medio le dieron vueltas a la palma de mi mano hasta acercarse al centro, donde dibujaron círculos tres, cuatro veces.

Y tonto, era muy tonto, que mi cuerpo respondiese a tal gesto. Un peso caliente se asentó en mi vientre, fácil de reconocer. La forma circular en que sus dedos se movían, la inclinación que hacían sobre la hendidura de mi palma...

Di un respingo y dejé de respirar.

Era una promesa.

La cara se me calentó a más no poder. Mi cliente debía estar sintiendo cada mínima pizca de mi reacción a su toque a través de sus sentidos espectrales. No había remedio para ello.

Lo cierto era que estaba imitando a la perfección el movimiento que yo hacía con mis dedos cuando me tocaba. Como si se lo supiera de memoria. Como si hubiese sido él quien lo estuviese haciendo todo este tiempo.

-Aunque no lo creas, Lena...

Sus dedos cambiaron su rumbo y redirigió su mano hasta tomar la mía por debajo. Con suavidad, como si no acabase de encender mi cuerpo en una espesa y absurda lujuria, trasladó mi mano hasta posarla sobre mi estómago.

-...Mis miedos son muy parecidos a los tuyos.

La ausencia de su toque dio final a nuestro encuentro. Me tomó unos buenos minutos enfriarme y pensar con claridad antes de comprender sus palabras.

Cuando me giré para buscarlo, ya se había ido.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 27, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La ProveedoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora