04

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— ¿Mejor? — preguntó el castaño.

— Sí.. —

Dazai suspiró aliviado, no quería lidiar con un Chuuya sordo por lo que la respuesta le calmó.

El teléfono de Dazai sonó y fue a atenderlo.

— Diga. — dijo el castaño

— Dazai, soy Ranpo, el jefe dice si Chuuya ha recordado algo. —

Dazai tapó el teléfono con su mano para preguntarle a Chuuya — Oye Chuuya, ¿has recordado algo? — seguido de un "no" por parte del pelirrojo.

— No. —

— ¿Lo has llevado a algún lugar aunque sea? —

— No.. —

— Pues hazlo. ¡Chauu! — seguido de esa infantil despedida el teléfono acabó la llamada.

Dazai decidió llevarlo a aquel pueblo donde fue su primer encuentro, tal vez allí pasara algo.

— Chuuya vistete y ven conmigo. —

— Está bien. —

Chuuya se colocó la ropa más pequeña que había en el armario del castaño, un abrigo marrón, una bufanda roja que tapaba su boca refugiandolo del frío y unos pantalones chándal. Dazai se colocó un abrigo negro con una térmica de cuello debajo de él, usando unos pantalones grises.

Ambos salieron de la casa y caminaron hasta el parque, allí habían hecho misiones juntos y tuvo esperanzas en que Chuuya recordara algo.

— ¿Ves ese cerezo? — dijo el castaño.

— Sí. Me resulta familiar, ¿estuve aquí antes? —

Dazai dejó aparecer una sonrisa conmovedora en su rostro mientras que soltaba una leve risa.

— Sí Chuuya. — respondió Dazai.

Puesto que Chuuya aun no recordaba nada en concreto siguieron su paseo hasta llegar a aquel nostálgico y pobre barrio.

Los ojos de Chuuya se abrieron. Por alguna razón conocía las calles a la perfección y supuso que vivió aquí cuando era joven. Empezó a recordar cosas como las caras de sus amigos, los cuales desaparecieron o murieron. La vida allí era cruel y solo los fuertes podían vivir.

Recordó a Las Ovejas, su pandilla, la pandilla que fue como su familia.

— Shirase y Yuan.. —

Dazai quedó sorprendido, sabe a quienes se refiere pero no sabe que tanto a recordado.

— ¿Los recuerdas Chuuya? —

— Ellos... ¿dónde están? — dijo Chuuya emocionado por poder recordar a alguien sabiendo su situación.

— ¿Sólo los recuerdas a ellos? —

— Recuerdo sus rostros, y de más personas, Las Ovejas y personas con las que luché usando mi habilidad. Hay una persona... pero su cara está borrosa. —

— ¿No puedes ver a esa persona? — Sin duda Dazai sabe de quien se trataba, era él, su cara estará borrosa debido a que no tuvo tanta influencia en aquél lugar como Las Ovejas.

— No.. —

— Está bien, podemos irnos ya si quieres. —

Dazai dio media vuelta con el propósito de irse, pero sin embargo, la mano del pelirrojo agarró su abrigo, mirándolo con una cara de borreguito mimoso.

— Quiero pasear más por aquí, quiero recordar más. —

Sin duda Chuuya parecía un niño pequeño encariñado con un pequeño perrito callejero sin las ganas de separarse de él.

Dazai suspiró y permitió un rato más de paseo por allí. Tomó la mano del pelirrojo para asegurarse que la curiosidad no le perdiera por las peligrosas calles, ya que Chuuya tenia prohibido usar su habilidad sin Dazai cerca.

La pareja llegó a el borde de un barranco que daba al mar, con un árbol verde y viejo.

— Ese árbol... — dijo Chuuya tratando de recordar.

Muchos pensamientos vinieron a su cabeza. Recordó la traición de Las Ovejas, recordó la pelea con Rimbaud y, al fin, recordó su entrada a la mafia. Pero ese chico seguía borroso.

Una mueca triste se formó en la cara de Chuuya, dando a entender que había recordado esas cosas malas que le habían pasado.

Dazai acercó a Chuuya hacia él y lo abrazó intentando consolarle.

— Estoy bien, no te preocupes Osamu. En realidad no me afecta tanto como debería, seguramente porque ya lo viví antes. —

Dazai miró a Chuuya sin ninguna expresión en su rostro, acarició el cabello de este y lo guió de nuevo camino a casa.

El aire era frío y el sol apenas calentaba, era una sensación vacía, como si la vida hoy estuviera muerta, como si no hubiera brillo.

Chuuya entró de nuevo en sí, dedicándose a mirar todas esas tiendas que había al rededor de ellos. Localizó un vino y comenzó.

— ¡Osamu! — dijo el pelirrojo deteniendo a Dazai. — Quiero vino. —

— ¿Te apetece vino de la nada? —

— Sí. —

Dazai suspiró y se dirigió a la tienda por aquél vino, mientras que Chuuya observaba con brillos en sus ojos como pagaba ese delicioso líquido morado.



Recuerdame, ChuuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora