Kiara estaba mental y físicamente agotada, pero de todas formas sus heridas sanaban rápidamente. En un par de horas habían sanado por completo. Dejó salir un pesado suspiro antes de cambiarse con un ligero vestido de seda negro, cuya espalda estaba cubierta de un hermoso encaje. Para finalmente irse a dormir. Necesitaba pensar en alguna forma de hacerle saber a su nuevo "Sabueso" cuál era su lugar, y donde tendría que aprender a vivir.
No fue hasta unas cuantas horas pasada la noche que la desesperada sed de sangre de Axel fue gradualmente desapareciendo hasta convertirse en un simple deseo soportable... algo soportable... no, no era soportable, pero no tenía otra opción. No había sido suficiente para calmar su hambre, pero al menos sí para no permitir que muriera, o que terminara por finalmente enloquecer y convertirse en lo que esa mujer deseaba, un miserable perro completamente dependiente de ella... lo que más temía era que lo segundo realmente ocurriese.
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La mañana no tardó mucho en llegar. Los bastos jardines de la mansión se alzaban cubiertos aun por una delicada capa de rocío, las aves de los alrededores parecían haber desaparecido, y las pocas que quedaban revoloteaban contentas por entre los pesados juncos y los viejos árboles, poco comunes en la zona, sus plumas brillaban bajo la leve luz del sol y el brillo de una muy delgada maraña de tela plateada. El sol se colaba por entre sus ramas dándole un aire de frescura y hermosura al jardín de la mansión que ocultaba un secreto oscuro en su interior.
La puerta del cuarto donde estaba Axel se abrió de golpe, por ella entró una Kiara sorprendentemente feliz.
-Buenos días perro, ¡hoy tengo un horario especial solo para ti!- dijo con emoción la muchacha mientras sacaba de su bolsillo algunas vendas de color negro, con bordes rojos de lo que parecía ser seda, y algún tipo de letras escritas sobre la parte inferior de las vendas, en un idioma que él no lograba entender; y las dejaba sobre la vieja mesa cercana. Usaba el outfit del día, un uniforme militar perfectamente a la medida, y sus ojos tenían un brillo peculiarmente interesante, uno maligno, por supuesto.
Los ojos del vampiro se abrieron de golpe, la voz de ella empezaba a causarle ese efecto, de alguna forma incomprensible, y su delgada complexión se hizo mucho más visible bajo la leve luz que entraba por la puerta. Su mirada atenta siguió cada movimiento de la mujer, hasta que vio las vendas curiosas en sus manos, sus ojos entrecerrados intentaban desesperadamente obtener una mejor vista de lo que ella traía entre manos esta vez –¿Qué es eso...?- preguntó en un tono bajo, se podía sentir el agotamiento en cada fibra de esa apagada, cansada, rendida y casi muerta voz.
-¿Tienes idea de cómo los amos saben si sus perros cazadores son perfectos?- Preguntó la muchacha mientras cortaba las vendas cuidadosamente, y luego vertía un oscuro líquido sacado de un pequeño, diminuto frasco con tapa de corcho –Si el perro no logra el objetivo, y no es lo suficientemente bueno, los amos hacen un apretado nudo alrededor de su cuello, y los dejan colgando de la rama más alta de un vejo árbol- Dijo ella con un tono oscuro y malicioso mirando al desdichado vampiro, que de inmediato apartó la mirada, envuelto ahora en un completo temor.
-¿D-de que estas hablando?- preguntó vacilante el muchacho sin siquiera mirarla, los orbes verdes brillantes de ella eran demasiado para que el pudiese siquiera permanecer con la mirada fija durante unos segundos sobre la de ella. Era temor, pánico invadiendo todo su cuerpo, un sudor frío empezaba a cubrirlo, y la adrenalina empezaba a soltar pequeñas cantidades de sus hormonas en el cuerpo del delgado muchacho, que empezaban a correr por sus venas de una violenta forma, afectándolo mucho más de lo debido.
-Decidí llamarte mi sabueso.- dijo ella con una sonrisa mientras se acuclillaba unos pasos más allá de donde estaba el muchacho. Sus ojos verdes con delgadas pupilas verticales que parecían líneas nada más lo miraban con un interés poco común, como si él fuese algún tipo de experimento. –Así que hoy, vas a probarme tu lealtad. Yo voy a poner estas vendas sobre tus ojos, y te sacaré a jugar un rato.- Susurró ella al tiempo al que sus ojos liberaban un destello de diversión, y miraba al vampiro un poco más cerca.
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Mi Esclavo, Un Vampiro (EN EDICION)
VampireEsta no es la típica historia en la que la indefensa muchacha es secuestrada por el despiadado vampiro sanguinario y torturada. Claro que no. Esta vez, el vampiro es quien termina encadenado, torturado y convertido en esclavo y mascota personal de l...