Capítulo 6: Tatuajes y Heridas del Corazón

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Los orbes carmesí eventualmente se abrieron al sentir su cuerpo siendo brusca y rudamente arrastrado sobre el piso, provocando que su estómago se raspara e hiriera con cada paso a través del cual el vampiro estaba siendo arrastrado. -.¡Aggh Auch!- Gimió como un cachorro al sentir la cuerda rasposa sobre su collar, tirando de él, hiriéndolo, llegó un momento en el que el dolor lo hizo entrar en una especia de pánico. Empezó a halar el collar bruscamente – ¡S-suéltame!- el ladró en algún tipo de miedo incomprensible aun para el ser sin sentimientos que un vampiro debía ser.


Kiara no musitó ni una sola palabra mientras caminaba con calma, pero con pasos firmes hacia la habitación en cuestión. Una vez dentro, las únicas palabras que susurró, con malicia fueron – El perro necesita sus tatuajes para ser lo que se merece.- con una sonrisa, acercándose al muchacho y volviendo a atar sus muñecas y tobillos denuevo, no sin algo de forcejeo. Antes de levantarlo en el aire como antes había hecho y mirándolo con una sonrisa orgullosa y diabólica.


Los ojos puramente rojos como rubíes analizaron la sala una y otra vez, como si nunca la hubiese visto, o como si la viera por primera vez luego de un largo tiempo, antes de que su mirada se posara en la mujer denuevo. – ¡Detente! Tú prometiste un jarro lleno de tu sangre.... ¡Mentirosa! -escupió el muchacho retorciéndose entre las cadenas con obvios esfuerzos infructuosos, antes de darse por vencido, y mirando al suelo susurrar – Sólo mátame de una vez...-. En este punto, era mejor morir con algo de su orgullo, si aún había un poco, antes que convertirse en el perro que ella le estaba obligando a ser. Todo eso era demasiado para él, y estaba agotado, adolorido, rogando por su fin.


-No, siempre he querido tener un perro, ¿porque habría de matarlo?- dijo ella fingiendo horror ante las palabras del vampiro. En sus manos reposaban una brillante cuchilla de metal y un frasco de tinta negra. Después, lentamente retiró la camiseta que el muchacho llevaba, dejando su torso y toda su espalda a la vista. Una sonrisa de autosuficiencia se dibujó en sus labios al mirar al torso desnudo del chico, planeando donde empezar a dejar la marca del cielo que tanto había esperado hacer.


Al tiempo que Kiara empezó a quitar la camiseta de Axel, revelando más de su frágil, pálida y delicada piel, maltratada por ella misma, los ojos de Axel viajaron hacia ella en total miedo, mirando con horror la cuchilla que ella llevaba, entonces su respiración empezó a detenerse, la adrenalina llenaba su cuerpo de nuevo, impidiéndole relajarse cosa que hacia aún más doloroso el hecho que estuviese colgando de las cadenas en el techo. –Por favor... no- suplicó el desdichado ser cerrando sus ojos con fuerza y añadiendo con un hilo de voz –Lo siento... Ama.


-No hay necesidad de disculparse por algo que no es tu culpa, yo solo... me distraje- Kiara musitó la última parte más para ella mientras jugueteaba con la cuchilla entre sus manos, en un estado pensativo y algo distante. En segundos, la cuchilla desgarraba la pálida piel del vampiro con un sonido sordo, dejando pequeños chorros de sangre salir de inmediato sin detenerse. – ¿Te gusta el dolor, perro? ¿O el aroma de tu propia sangre?- susurró con voz maliciosa ella presionando la cuchilla contra la espalda del vampiro.


- ¡A-ah!~ Ahí estaba de nuevo, ¿por qué estaba gimiendo de placer en vez de gritando de dolor? No había forma física de que el disfrutara del dolor, no al menos del de este tipo. Aunque el hecho de que ella fuese quien infringía el dolor en él, seguramente afectaba y así era la razón de su reacción distorsionada frente al dolor. –N-no... duele... por favor, ¡para!- el siseó con toda la voz que su cuerpo le dejaba gemir. Apretando sus dientes al tiempo en que su cabeza se echó hacia atrás en agonía total, aun ignorando el hecho de que un leve rubor empezara a teñir sus mejillas.


-El dolor es el precio que has de pagar por tus pecados, ¿no es así?- Ella preguntó recordando las palabras que su padre le dijo alguna vez. Su padre siempre la sometió a los peores dolores que un ser vivo puede soportar, o no, así la hizo fuerte. Ella miró la sangre del vampiro con curiosidad, antes de trazar su dedo sobre la herida y llevárselo a los labios, antes de lamerlos con su lengua traviesa y saborear la sangre sobre ellos –Es un hecho, ahora entiendo por qué a los vampiros les desagrada el sabor de su propia sangre- ella dijo en un susurro antes de volver a presionar la cuchilla contra la espalda del chico.


Axel estaba un tanto confundido  por el comentario que ella había hecho, ¿acaso quería decir que ella no estaba pagando por sus pecados también?  Pero sus pensamientos se cortaron al sentir la cuchilla clavándose en su espalda de nuevo. El dolor, el ardor, no podría por mucho con eso. Estaba sufriendo, y aun así, una pequeña, muy pequeña parte de su ser, disfrutaba el dolor, se excitaba con cada gota de sangre que caía de su cuerpo adolorido. ¿Realmente... realmente se estaba sometiendo como un perro ante ella? Mas poco a poco, con cada jalón que daba a las cuerdas, con cada pizca de ira que se acumulaba, su cuerpo también se agotaba terriblemente.


Los ojos de Axel se tornaron vacíos al tiempo que sentía la daga recorrer su piel, su pálida y aparentemente frágil piel. Su cuerpo tiraba inútilmente de las cadenas, porque él ya sabía que no había escape; había aprendido que no importaba cuanto suplicara, esta tortura no terminaría hasta que ella estuviese completamente satisfecha. – ¡D-duele...!- Los gemidos de dolor del vampiro de pronto subían de nivel antes de que sus ojos se cerraran con fuerza, con lágrimas de frustración derramándose de los mismos mientras él maldecía en silencio.


Kiara, por su parte, escuchaba música con cada gemido de dolor que abandonaba los labios del vampiro. Pero ya era suficiente, después de todo, no había disfrute si de pronto dejaba de gemir de dolor y se rendía –Creo que has disfrutado suficiente...- ella susurró en total satisfacción alejando lentamente la cuchilla, mirando su espalda tatuada y pasando su lengua por el filo de acero –Puedes ir y darte una ducha, a menos que quieras que yo misma te remoje la espalda con agua y sal- Ella susurró sonriendo antes de levantarse de su sitio y lentamente quitar las cadenas que retenía al vampiro. Luego y en silencio simplemente se dirigió hacia la mesa de su sótano tomando algunas cosas que él no pudo ver, cosas que seguro necesitaría más tarde.


Temblando, con sus dientes chasqueando y sus colmillos, ahora con un tamaño reducido, clavándose detrás de su labio inferior, el dolorido vampiro llevó su débil cuerpo hacia la ducha de agua caliente. Lentamente, su mano se estiró hacia adelante, tomando la manija de la ducha y dejando que el líquido acuoso lavara sus heridas, soltando pequeños gemidos de dolor al sentir el agua ardiendo sobre su piel... ¿o era su piel ardiendo contra el agua? –Odio esto... Odio todo esto...-


La muchacha se dirigió hacia su balcón en silencio, con una gran sonrisa de autosuficiencia en su rostro –Amo todo esto...- se dijo a sí misma, dejando que sus palabras volasen en el frío viento que precedería a una fuerte lluvia tormentosa. Las primeras gotas de la misma empezaban a caer, como zafiros azules, atravesando las hileras de plata que retenían al muchacho de su escape.


Por más que Axel se refregara y se lavara a si mismo cientos de veces, no iba a curarse más rápido, y las secuelas mentales seguramente nunca se irían, porque como los tatuajes que llevaba ahora en la espalda, estaban grabadas en su mente todas y cada una de las torturas que había sufrido. Se sentía sucio, impuro, desgraciado e infeliz. Pero también, guardado en un baúl de oro, aquel beso apasionado al que forzó a su ama el día anterior. Sabía que físicamente las torturas que ella le imponía no le permitirían durar por mucho tiempo. Los vampiros eran monstruos agresivos cuando tenían hambre. Y Axel intentaba como podía controlarse, pero esto no duraría por mucho tiempo...


-Perrito, ven a jugar un rato...- Llamó el demonio con cuerpo de mujer mientras se sentaba en el pasamanos del balcón que decoraba el paisaje con su plateado brillante. Mirando con calma e inocencia las gotas pesadas de agua que caían ahora más repetitivamente del cielo, chocando contra el piso con un golpe seco, uno tras de otro, rebotando en miles de pequeñas gotitas que se desvanecían en el piso de baldosa. Era un hecho ahora, Kiara tenía un plan, y en esta ocasión, nada tendría que salir mal, porque todas sus cartas estaban sobre la mesa, y después de todo, era su juego. Jugaría con el vampiro hasta el último suspiro de dolor y pasión...

Mi Esclavo, Un Vampiro (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora