7. Le daría lo que fuera

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Hizo sus labores del día con singular alegría, sentía que le habían quitado un peso de encima. Willy le había quitado una tonelada de la espalda.

Pero de pronto un pensamiento lo asaltaba ¿Qué necesitaba dar a cambio?

¿Qué le pedirían entregar? Las criaturas del abismo querrían algo a cambio, no se marcharían solo porque sí...y seguramente Wilfred también querría algo.

Una parte de él quería pensar que lo hacía porque eran amigos, y eso hacen los amigos. Pero su parte racional le indicaba que el albino era una persona práctica, no haría algo que implicaba tanto esfuerzo de manera gratuita.

No se puede obtener nada sin primero dar algo a cambio. Para obtener algo, algo de igual valor debe darse a cambio.

¿Qué querría Willy a cambio?

Esperaba que no le pidiera volver a dirigir la maldición a Auron. No, no, eso no era una posibilidad. Además, con ello no se ganaba nada.

Trató de alejar esos pensamientos de su mente hasta que, sin que se diera cuenta, comenzó a ocultarse el sol, mientras echaba abono a la última parte de su huerto sintió una risa que resoplaba en su oreja, pudo captar un olor a putrefacción danzar en su nariz mientras un escalofrío recorría su cuerpo de arriba abajo.

Corrió hacia la entrada de su casa como si su vida dependiera de ello (tal vez lo hacía) y la cerró tras de sí de golpe, poniendo todos los cerrojos solo para darse la vuelta y caer en la cuenta de que todo estaba a oscuras y las cortinas abiertas.

Los toques, golpes, en los vidrios eran cada vez más fuertes, se debatió entre cerrar las cortinas o encender las luces, pero decidió hacer lo primero cuando vio aquellas decenas de ojos vidriosos, lechosos, rojos, amarillos, brillantes, hurgando en el interior de su hogar, moviéndose de forma frenética buscándolo, rastreando.

Se quedó sin aliento recorriendo su casa de una punta a otra cerrando las cortinas, asegurándose de que las ventanas estuvieran aseguradas.

Las criaturas al otro lado se reían de forma maniaca, lamían los cristales y pegaban sus rostros (si a eso se le puede llamar rostros) observando al humano dentro como un grupo de hienas observa a un antílope con una pata rota.

Cuando terminó su labor Luzu cayó con la espalda contra la pared, sintiendo que había corrido una maratón, estaba aliviado de no verlos, pero joder, aun los oía y eso lo volvía loco. Se puso de pie dispuesto a ponerse sus cascos con música a todo volumen para intentar tranquilizarse cuando oyó algo tras él.

Había sido la alacena de la cocina abriéndose ¿Manolo estaría tratando de sacar algún snack?

No...Manolo se dejó oír lamentándose en su escondite acostumbrado desde que esa situación había comenzado, Luzu pudo verlo temblar bajo su manta.

Oyó objetos caer tras él, en la sala, haciéndolo voltear; era un cuadro que tenía en la repisa, se acercó de prisa a recoger los cristales, al estar agachado oyó algo arrastrarse a sus espaldas, algo pesado y húmedo, chapoteante, como si estuviera usando sus patas gordas y cortas o ¿tentáculos? para impulsarse por el suelo.

Una gota de sudor frío cayó por su nuca, ni siquiera se molestó en voltear, corrió a toda prisa hacia su habitación, tropezando sobre sí mismo un par de veces para luego dar un portazo, cayendo de culo recargado en su puerta cerrada.

Oía sus propios latidos en las orejas combinados con su pesada respiración, lo cual tapaba los sonidos de fuera...casi.

Llevó sus manos al cabello con desesperación ¿Cuántas noches más tendría que pasar así? Antes había podido escuchar ruidos sospechosos por la casa, pero nunca algo como esto ¿será que finalmente sería el día en que se lo llevaran? Se sentía atrapado por la oscuridad de su habitación.

Go Back to SleepDonde viven las historias. Descúbrelo ahora