3. Mudanza

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Hoy es el gran día. Me encuentro empacando ropa y todos mis productos de baño. Cabe recalcar que a mi madre ya no le está haciendo mucha gracia que me vaya.

Estoy increíblemente emocionada de poder convivir con todos ellos. Me da miedo, por un lado, por si alguna amistad se destruye, la convivencia no es nada buena para una relación de cualquier tipo.

—Hola, ¿qué estás haciendo? —Me mira Izan desde el marco de la puerta.

Se sienta en mi cama y me empiezo a poner nerviosa. Siempre me pasa cuando me miran sin hacer nada más, mientras yo estoy haciendo algo. Le dedico a mi hermano una pequeña sonrisita irónica.

—Empacando todo, ¿no es evidente? —respondo refunfuñando.

Izan me sigue observando como recojo y meto en maletas toda la ropa que puedo. Cinco minutos más tarde parece que se aburre y se va por donde ha entrado, menos mal. Ya he acabado de empacar, no he podido cogerme mucho, pero llevo dos maletas llenas.

Estoy más ansiosa que nunca. Por fin voy a poder tener buenos amigos, no es que haya tenido malos amigos, pero... me sentía fuera de lugar. Supongo que no debería echarles la culpa a ellos, el problema es mío por no sentirme suficiente e irremplazable. Supongo que es porque de pequeña siempre me han menospreciado mucho, o tal vez simplemente me lo merezco.

De repente mi móvil empieza a sonar. Veo el nombre de Lucas en la pantalla, lo cojo y me llevo el móvil a la oreja.

—Hola Lucas —saludo.

—Hola, en una hora paso a buscarte. Lo digo por si quieres despedirte de tu familia.

—Oh, sí, gracias por avisar. Iré preparando las cosas en la puerta —voy hablando, mientras me miro en el espejo. No es nada nuevo que no me guste como me veo.

—Okay, te llamaré cuando llegue a tu casa. —Me cuelga y voy hacia mi estantería.

Echaré de menos leer. Me llevó algún libro, pero no sé si tendré mucho tiempo. Bajó las escaleras y me dirijo a la cocina donde escucho que están mis padres. Mi padre está con una expresión aburrida mirando el periódico y mi madre mira interesadamente un video en su móvil mientras prepara huevos revueltos con jamón.

—Hola —saludo al entrar, pero nadie se vuelve a mirar —, bueno, parece que no me vais a echar mucho de menos. —Los dos dejan lo que están haciendo y se giran a verme.

—Hola Lizzy, estoy preparando tu desayuno —responde mi madre alegremente.

Con hambre me siento en la mesa frente a mi padre mientras mi madre me sirve el desayuno. Nunca me lo sirve, cada uno normalmente prepara el suyo. Hoy lo habrá hecho porque es un día especial. Espero a mi madre a que acabe el suyo para poder comer juntas. Mi padre deja el periódico también esperando para comer.

—Hoy es un gran día, ¿no? —Parece que está contento por mí.

Sabe que no suelo hacer demasiados amigos y que soy un poco asocial. Realmente no es que me encierre en mi habitación todo el día y no salga de casa. Solo es que desde pequeña soy muy mía. Me encanta estar sola, y me suelo apartar de la gente —casi todo el mundo — porque no respetan eso.

—Sí —le respondo con una sonrisa llevándome comida a la boca.

Cuando acabamos de desayunar ya ha pasado media hora desde que me ha llamado Lucas. Recojo los platos y voy rápido a bajar las maletas que están en mi cuarto.

Como no tengo mucha fuerza, llamó a mi padre para que me ayude. Levanta las dos maletas a la vez sin ningún esfuerzo, mientras que a mí ya me cuesta con una. El teléfono suena y veo un mensaje de Lucas diciendo que en diez minutos estará aquí. Así que voy a cada habitación de mis dos hermanos para poder despedirme.

Nuestro único veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora