17. La matanza de Texas

82 8 1
                                    

—¿Qué hacemos hoy?

—No sé.

—¿Dónde podemos ir?

—No sé Alan, di tú algo —le contesto frustrada.

Últimamente, estoy un poco enfadada con el mundo y no sé por qué... bueno en realidad sí, se acaba el verano y eso solo significaba una cosa, adiós a Alan. Le devuelvo una mirada, sería cuando empieza a jugar con un mechón de mi pelo.

—¿Qué te pasa? Estás amargada.

Abro más los ojos y no dudo en empezar a pegarle con un cojín del sofá que tengo al lado.

—Maldito, es-tú-pi-do —Le doy un golpe con mi arma asesina en cada sílaba.

Él se ríe y yo tiro el cojín a un lado. Aprovechando que estoy girada me tira para quedar estirada en el sofá y se pone encima de mí haciéndome cosquillas.

—¡Paraaaaa!—logro decir entre carcajadas.

Con unas cuantas patadas ninjas consigo tirarle al suelo. Después de asegurarme que no le he hecho daño, salto para darle con los pies en el culo, pero después de darle, el impulso hace que me caiga y terminamos los dos tirados en el suelo riéndonos como locos.

—Como dos niños pequeños. —Pone los ojos en blanco Cassie desde la puerta del comedor.

Le saco la lengua y me empiezo a reír.

—Mira. —Le señaló a Alan Cassie riéndome—. Está del revés.

Alan se ríe y Cassie con mal humor se va a la cocina. Nos quedamos riéndonos hasta que miró a Alan, no me había dado cuenta de que estaba tan cerca. A pesar de que nos separan como mucho veinte centímetros, no me muevo mientras nos miramos fijamente, sin saber qué decir.

A veces, me gustaría saber en qué está pensando cuando me mira o está conmigo. Alan rompe las distancias con un beso demasiado tierno que hace que mis ojos empiezan a escocer. Me asusta mucho hacerle daño, estar con él así... sabiendo que nunca podrá pasar nada más...

Creo que todo esto no solo le destrozara a él, sino a mí. Y aunque queda como un mes para eso, no hay ni un día que no lo piense antes de ir a dormir. Cuando todo está oscuro y tienes tiempo para estar contigo mismo y hablarte, descubrir cosas o sentimientos, y básicamente sobre pensar en todo.

Él me mira entre asustado y confuso, pero le dedico una sonrisa —sospecho que es triste— indicando que estoy bien. Antes de que me pregunte y quiera hablar del tema, me levantó mirándolo fijamente.

—Ahora que me acuerdo, creo que Lidia ayer no estaba muy bien, voy a hablar con ella —me excuso mientras quito las arrugas de mi falda.

Él asiente lentamente mientras desaparezco del salón.

Cuando ya no me ve, me apoyo en la pared del pasillo intentando que mi respiración agitada se vuelva normal. También me limpio alguna que otra lágrima antes de seguir el pasillo hacia la habitación de Lidia. "Eric, nunca te voy a perdonar esto" voy diciendo mientras avanzo.

Abro la puerta y veo a Lidia sentada en la cama con el móvil. Me siento a su lado y ella levanta la cabeza para verme.

—¿Te pasa algo? —me pregunta frunciendo el ceño.

—No, no me pasa nada.— Niego rápidamente.

Lidia se encoge los hombros y no insiste más antes de volver con el móvil. Nos tiramos como media hora mirando videos hasta que bufa.

—¿Tía, sabes qué ha pasado con Cassie?

Mi cara de extrañeza le da una respuesta negativa.

—Pues mira, el otro día estábamos hablando y bueno... resulta que dijo que si comprábamos chocolate, solo serían para ella. Encima esta semana no ha puesto para comprar sus cosas. Me parece fatal pagar de nuestro dinero para sus caprichos.

Nuestro único veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora