7. La compra

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—Uy, creo que este chico tiene un problema de sobrepeso —murmura preocupada Rebeca.

Lidia abre los ojos como platos analizando bien al chico que estamos viendo a través de una red social.

—¿Un problema? —casi chilla— ese chico tiene trillizos.

—No seas mala, le propinó un golpe en el hombro.

—Oye, que no me escucha el chico —se queja.

Nos reímos y seguimos viendo videos de gente desconocida.

—Chicos —nos interrumpe Clay viniendo de la cocina.

Le miramos esperando a que continúe.

—Ya he limpiado todo lo de la comida. Pero ... Hay un problema. Alguien tiene que ir a hacer la compra. Ya casi no queda nada.

—Me ofrezco voluntaria —levantó la mano— aunque yo no puedo ir sola —miro a Alan aprovechando la oportunidad— ¿vienes conmigo?

Alan asiente sonriente a mi propuesta. Lidia me levanta las cejas intentando que no le vea nadie, le dedicó una mirada de asco y las baja, rápido.

La gente no sabe ser discreta de verdad.

—Yo también voy. Esta semana no he podido comer mis chocolates. Y tranquilos los voy a pagar —mira Cassie a su hermano— los va a pagar aparte, que os veo venir y mi chocolate no se toca —nos va señalando a todos amenazante.

Alex asiente lentamente con temor. Nos ponemos todos alrededor de la mesa para hablar sobre la compra. Quedamos en que se haría cada dos semanas, que cada uno menos Cassie y Lucas— pondríamos cuarenta euros y que depende de la semana o día irá quien le vaya bien.

—Ami, no me hace nada ir siempre —aviso— ya habéis visto, me he ido a las nueve y media y he llegado a la una. Mi trabajo no es por ejemplo, como el de Alex —le señaló— que ha salido de casa a las siete y ha vuelto a las tres.

—Como un horario de instituto —rueda los ojos Cassie.

Acabamos de hablar y Alan y yo, reunimos el dinero y nos dirigimos a la puerta.

—Dame el dinero que tengo que comprar mis chocolates —escuchamos a Cassie insistir a su hermano.

Alan y yo rodamos los ojos y volvemos a la cocina para salvar a Lucas de ahí. Los encontramos uno en frente del otro retándose con la mirada. A mí, especialmente la que me da es Cassie. Desde el primer día he dormido con un ojo medio abierto por si acaso.

—Eres muy pesada —Corretea limpiando la encimera.

Cassie, enfadada, le sigue allá donde va. Alex busca su cartera, saca un billete de diez, se pone delante de ella y se lo tiende. Ella le mira de arriba abajo con cara de asco.

—No quiero tu sucio dinero —le aparta de malas maneras el brazo con el billete.

—¿Sucio? —frunce el ceño inspeccionando el billete— si está limpísimo —se queja.

Cassie pone los ojos en blanco y vuelve a por su hermano.

—Llamaré a los papás y ahora verás como te dirán que me des.

—Estoy a cargo yo del dinero —le espeta Lucas.

Cassie se encoge de hombros y le tiende la mano para que le dé el billete. Lucas cede y se lo da bufando sonoramente. Cuando lo tiene en sus manos, Cassie sonríe victoriosamente y sale de la cocina hacia la entrada. Miro a Alan y él también lo hace, nos partimos de risa antes de seguir los pasos de Cassie. Salimos de casa y nos subimos al coche rumbo al supermercado.

Nuestro único veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora