Capítulo 4

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Con el paso de dos semanas aprendí muchísimas cosas de Gwen que nadie sabía. A la hora del almuerzo nos sentábamos los cuatro -Gwen, Charlie, Klein y yo- en la mesa del centro y parloteábamos un montón acerca de cosas estúpidas, y por lo que sabía a Klein le estaba empezando a gustar Charlie, pero ella tenía novio.
Una noche hice una lista de las cosas que había descubierto de la fantástica Gwen, descubrí que su té favorito es el té Chai de Twining's, que odia el Starbucks -esto me sorprendió mucho porque sus razones eran las mismas que las mías- debido a que es la casa de los chicos adolescentes estúpidos que se creen hispters y post-modernos, que ama con su corazón y alma a Alex Turner, vocalista de Arctic Monkeys, que tiene en total más de ciento cincuenta libros, que odia a la gente lenta, que el kiwi es la cosa más sabrosa del mundo, que está en contra del maquillaje, que su película favorita es Marley y Yo, que su escritor favorito es Bukowski -debo admitir que es un genio-, que quiere estudiar medicina, que ama de todo corazón las empanadas de pizza -que suenan raro pero saben delicioso- y que siempre tiene que estar leyendo un libro, y que la lluvia es lo mejor de la naturaleza entre muchas otras cosas más.
Claro que ella también aprendió cosas de mí, pero lo que más me importaba era que yo aprendiera de ella.
Fue un miércoles cuando por fin Klein me convenció de invitarla a salir, así que esa mañana no le envié ningún avión ni nada de eso, no la miré durante las cuatro primeras horas hasta el almuerzo. Gwen iba vestida con una blusa de manga corta roja y pantalones negros -también descubrí que no puede vivir sin el color negro- y unas Converse blancas. Llegué y me senté en mi habitual sitio que ahora era frente a ella; tenía los auriculares puestos, así que repetí la misma maniobra de nuestro primer día, le quité el auricular y besé su suave mejilla.

Volteó a verme.

-Hola.

Le sonreí, probablemente estaba enojada porque no le había hablado en todo el día, pero esperaba que me perdonara después de esto.

-¿Tienes algo que hacer el viernes? -le pregunté y ella lo pensó.

-Luke tiene partido.

Pero sabía que ella no iba a los partidos así que eso no sería un impedimento, pero de todos modos tuve que modificar mis planes.

-¿Te gustaría ir conmigo el viernes al partido?

Charlie dejó de hablar con Klein y volteó a mirarnos, sentía su mirada clavada en mí, pero yo sólo miraba a Gwen que se estaba sonrojando y perdiendo el color de sus mejillas al mismo tiempo, creo que eso es físicamente imposible pero ella lo estaba haciendo.

-¿Y? ¿Qué dices?

Se quedó callada y me miró a los ojos. Café a verde. Después de un rato contestó.

-Supongo que digo que sí.

Sonreí al tiempo que la campaña sonó, me levanté de mi asiento, me incliné sobre ella y le susurré al oído:

-Entonces, es una cita -Y le besé la mejilla más tiempo del necesario, pero nada importaba porque me había dicho que sí.

[...]

-¿Algún avance con Charlie? -le pregunté a Klein mientras me cambiaba para el partido.

-No lo sé, viejo. Ella dice que le gusto pero que no puede herir los sentimientos del cachorro de su novio, así que tendré que esperar, ¿sabes, wey? Creo que está jugando conmigo.

-No me digas -me metí en una camiseta limpia gris-. Gwen no me ha dicho nada, pero supongo que te responderá si le preguntas. Estoy listo, creo que deberíamos irnos.

Miró el reloj, eran las ocho menos veinte y habíamos quedado con ellas a las ocho diez. Klein se levantó de mi cama y tomó las llaves de su auto.

-Vámonos, princesa.

Le pinté el dedo.

[...]

Gwen estaba espectacular. Traía una blusa blanca en V, unos skinny negros diferentes a los del colegio -lo supe porque estos estaban rasgados en las rodilla y muslos y los otros no- y la chaqueta de su hermano que decía atrás « KOVAK 13 ».
Klein y Charlie fueron por las bebidas mientras Gwen y yo buscábamos lugar, encontramos uno en el centro del lado este.

-¿Crees que Klein tendrá suerte esta noche?

Gwen asintió y su cabello rebotó.

-Charlie acaba de terminar con Wynston, y me dijo que encuentra a tu amigo sumamente ardiente -arrugó la nariz-. Sus palabras, no las mías.

Me le quedé mirando mientras ella veía al campo de fútbol. Su nariz respingada de bolita estaba roja en la punta por el frío, sus labios rosados estaban entreabiertos y de ellos salía ese sensacional humito causado por el frío, se percató de que la miraba y se sonrojó.

-¿Qué?

-Me pregunto si yo tendré suerte esta noche.

Me dio una sonrisa coqueta sin dientes.

-Veremos cómo te portas.

El equipo local ganó 32-26, lo que significaba que todos irían de fiesta a casa de Gwen, menos nosotros. Klein y yo habíamos preparado llevarlas a la mejor cafetería de la ciudad.
Mientras Gwen y Charlie iban al baño me quedé con Klein hablando en el pasillo del estadio.

-La besé -dijo de la nada.

-¿Qué?

-La besé -repitió.

Alcé curioso las cejas.

-¿Y?

Sonrío como adolescente estúpido enamorado.

-Y me correspondió el beso -su sonrisa se ensanchó más-. Y terminó con Wynston, lo que significa que está libre y tendrás que ayudarme con una declaración para próxima semana.

Le sonreí al estúpido de mi amigo enamorado.

-Eso suena fantástico.

-¿Qué suena fantástico? -preguntó Charlie saliendo del baño, había amarrado su melena castaño rubia en una coleta alta.

-El lugar a donde iremos a cenar -le dijo Klein y le dio el brazo, que ella tomó-. Nos vemos en el coche, ¿Hasso?

Asentí.

Unos minutos después salió Gwen, al verme sonrío, no le extendí el brazo, si no que la tomé de la cintura y caminamos al estacionamiento. Ella sonreía al igual que yo.

El interior del auto iba callado, tal vez por la buena música o era una noche bellísima para arruinarla con nuestras voces. Gwen jugueteaba distraídamente con nuestras manos entrelazadas mientras yo la observaba, siendo honestos, jamás me cansaré de observarla. Ella es como una Galaxia que cambia constantemente, cuando piensas que por fin lograste descubrirle te das cuenta de algo nuevo y así siempre, supongo que es porque realmente me gusta que digo todo esto, pero creo que si la gente se tomara su tiempo para descubrirla, se darían cuenta de lo fascinante que es como yo lo hice en ese momento en el interior del Lexus 460 de Klein. Y ese fue el momento en el que decidí que nunca me cansaría de Gwen Kovak.

Aviones de papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora