UNO

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El primer día de clases es el más tortuoso, pero a la vez el más flojo.

Me levanté antes siquiera de que el sol saliera. Después de lo de muelle tengo varios sueños extraños con Miranda que en ocasiones me despiertan con la respiración agitada, pero con una sonrisa en los labios. Por eso hoy desperté antes de que la alarma lo hiciera.

Dentro de unas horas veré a Miranda a la cara después de lo qué pasó y si tengo que ser sincera, estoy nerviosa.

No fue un mal momento para mí y creo y espero que tampoco para ella, pero no me envió mensaje en lo que restó de verano a pesar de que Regi me dijo que le había pasado mi número a su hermano.

—Iré a recoger unas cosas por la tarde, así qué tal vez no esté cuando llegues—. La voz de mi madre me saca de mis pensamientos.

Asiento y le doy una última mordida a mi tostada antes de bajar del banquillo de la cocina.

—¿Regi vendrá por ti?

—No, me iré caminando.

Mamá asiente con los labios apretados, no le gusta que salga a caminar sola. Pero Regi ira con los Fletcher y quiero un momento más de tranquilidad antes de ver a Miranda.

Después de caminar casi veinte minutos, llego a la escuela. Un moderno edificio que ocupa casi cuatro manzanas cuadradas y es de dos pisos, con un gimnasio donde se practica voleibol y baloncesto y un campo donde entrenan futbol.

Tomo una respiración profunda repasando todo lo que me vine diciendo en el camino.

Actúa como si nada hubiera pasado, no hables del tema a menos que ella quiera hablar, no la evites, intenta no mirarla fijamente a los ojos por más de diez segundos, se amable y ayúdale solo si lo necesita

Recorro los pasillos de la institución con mi horario en mano. Llegue demasiado temprano, por lo que me dedico a buscar mi casillero en el bloque que me asignaron para este nuevo curso.

Cuando llego, mi vecino de casillero tiene la cabeza metida en el compartimento por lo que me dedico a abrir el mío con el código que me dieron por parte de la administración y comenzar a hacerlo mío.

Durante mis dos primero años aquí tuve el mismo casillero, pero han decidido que, para este, mi último año, los casilleros de los de tercer grado estuvieran en la primera planta.

Hay que admitir que estos están mejor cuidados que los de la segunda planta y los del gimnasio.

Me descuelgo la mochila y saco el pequeño organizador plegable que traje conmigo.

Saco los imanes que adhiero a una de las paredes del casillero para poder colgar de ahí el organizador. Meto unos post-it's en la parte más baja, una pequeña agenda en la superior y de los pequeños percheros cuelgo pulseras y llaveros.

Saco la pequeña bolsa que prepare por la noche en la que tengo un suéter, ropa interior y algunos productos que las chicas necesitan.

La acomodo en el fondo del rectángulo metálico y me dedico a poner un espejo sostenido por el gancho que todos los casilleros tienen y meter un poco de cosméticos en la rejilla que también trae el espejo.

Reviso la hora y aún faltan más de treinta minutos para mi primera clase, así que saco las pegatinas que comienzo a poner alrededor de todo el casillero y a acomodar los libros y libretas que no usaré.

Escucho que el casillero de alado se cierra y me asomo para conocer a mi vecino o vecina.

El mundo se paraliza en cuanto veo ese cabello rubio platinado, debajo de una gastada gorra roja que la dueña utiliza hacia atrás.

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