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El fresco olor a rosas invaden sus fosas nasales cierra sus ojos relajándose, su madre vino a verlo y le trajo un ramo de rosas blancas; sus favoritas.

Se preparo para salir tenia que comprar despensa o no sobreviviría, cuando salio se encontró con Gelda que salio del elevador, usaba un falda negra con una camisa roja, su cabello parcialmente recogido con algunos mechones en su rostro.

—¿A donde vas?— Gelda camino hacia el azabache, que cerraba su puerta viendola fijamente.

—De compras.

—¿Necesitas compañía?—Zeldris ladeo su cabeza y asintió, Gelda corrio a su departamento a cambiarse la ropa y salir comoda con el menor.

Al subir al auto del chico observo detalladamente algun rastro de alguna mujer sin éxito alguno.— Si tienes carro ¿por qué siempre usas el autobús?

—Mmmmm para ahorrar dinero.—Zeldris mantenia su vista a frente pendiente al camino miro rápido por el rabillo de sus ojos a la rubia que estaba pensativa.— La carrera de medicina es costosa, así que uso el bus para gastar menos, hago mis compras en mercados y busco ofertas.

—Eso responde a muchas preguntas. Eres un buen chico pense que eras de esos chicos ricos.

—Mis padres pagan el departamento y me dan dinero para mantenerme pero trato de que ese dinero me alcance hasta que me vuelvan a dar dinero y hago pequeños trabajos en mi día libre del hospital y fin de semana.

—¿Por ejemplo?

—Mi madre tiene una cafetería voy ayudarle de mesero, cajero o cocinando. También mis tíos me pagan por limpiar su jardín en época de invierno me pagan por quitar la nieve.

—Asi que no solo te emborrachas con Elizabeth también eres un joven responsable.

—Mi padre dice que también necesito salir a divertirme y socializar. Por eso de vez en cuanto salgo.

—Eres tan tranquilo que cuando sales eres un caos, recuerdo las veces que fui por Elizabeth y tu apenas podías sostenerte.

Zeldris dejo escapar una risa avergonzada y un pequeño rubor lo delato. Gelda lo observo una vez más detallando esos hermosos ojos verdes llenos de vitalidad. Aquella tarde Gelda se quedo fascinada descubriendo poco a poco al azabache, él es una flor que hace evidente sus cambios en cada estación del año.

—Lo quiero

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—Lo quiero.—Expulso el humo de su cigarrillo observando al pelirosa que sostenia la laptop leyendo los avances de la rubia. Que cerro el aparato para mirarla negando con la cabeza.— No me mires así.

—¿ya olvidaste la escena de ese día? Probablemente tiene una relación con esa mujer.

—No creo, he entrado a su departamento y no hay ningún rastro de alguna mujer incluso ya me subí a su auto y no hay nada. Él es libre quizas tenga el corazón roto y esta bien solo quiero noches candentes a su lado.

Dulce locura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora