IV

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Al día siguiente fueron a visitar a la Señora Aguirre que les recibió encantada. Esta señora era muy alegre y de espíritu joven, sin embargo se notaba que tenía edad al ver su rugosa piel. Ella vivía en un pueblo, a unos cuantos kilómetros del bosque con el palacete. El día había empezado con un cielo gris de nubes y a lo largo de la mañana empezó a llover, por suerte llegaron a tiempo.

La Señora Aguirre miraba el agua caer por la ventana, sujetando la cortina con el brazo, en ese momento llegó su empleada con tres tazas de café, cuando dejó la bandeja en la mesa la señora se giró apartando el brazo que aguantaba recogida la cortina.

- Suerte que no os ha pillado la lluvia, habéis sido rápidos. Aunque es un poco raro que llueva en este mes. - Se sentó en el sillón que estaba separado cogiendo una taza y cuando se acomodó miró a Elizabeth de arriba abajo- Así que esta joven es tu prometida, tenía ganas de conocerte, Diego me ha hablado mucho de ti.

- ¿Tan buena relación tenéis? - Elizabeth se sorprendió ya que no había oído hablar de ella hasta entonces.

- Por supuesto que sí. Aunque vivamos lejos el uno del otro hablamos todas las semanas con cartas. O a veces por teléfono. - Hizo una pausa para beber. - El mismo día que te conoció me escribió y desde entonces no dice nada que no esté relacionado contigo, se enamoró nada más verte y por eso me hace tanta ilusión poder conocerte. - Hizo otra pausa para beber. - Diego es como el hijo que nunca tuve.

- ¿No tenéis hijos?

- He tenido suerte encontrando un gran hombre, aunque por desgracia no he podido darle un heredero.

- Elizabeth miró a su prometido, no entendía lo que quería decir.

- La Señora Aguirre es estéril.

- Por favor no me llame así, soy Samanta. Aguirre era mi marido, que en paz descanse.

- ¿Murió?

- Sí. Que mujer más entrometida. - Dijo en voz baja refiriéndose a la joven.

- Lo siento mucho.

- No se preocupe. ¿Más café?

Siguieron hablando y haciéndose preguntas para conocerse. Unas horas más tarde Diego se levantó para ir al servicio y durante su ausencia la joven aprovechó para preguntar sobre la aventura de su marido con la Señora Ciga.

- Me han contado que su esposo y la Señora Ciga mantenían una relación, ¿eso es verdad?

- ¡Por supuesto que no! ¿A qué viene esa pregunta? - La Señora Aguirre se alteró bastante, no se lo esperaba. - ¿Quién le comentó esto? No creo que haya sido el Señor Ciga ¿quién sino?

- No fue él. - Vio que la señora se había alterado y quiso calmarla. - Ya sabe, los rumores del pueblo, en cuanto ven un viejo señor solitario empiezan con las historias.

La lluvia ya había parado desde hacía un rato y con el comentario de Elizabeth la señora se sintió molesta por lo que les pidió que se marcharan. Fuera de la casa Diego cogió el brazo de su prometida para frenarla, quería hablar con ella.

- ¿Por qué siempre tienes que hacer ese tipo de preguntas tan directas justo cuando yo no estoy presente? - Subió el tono para que se notase que estaba disgustado. - Primero con el Señor Ciga sobre su familia y ahora esto, ¿qué será lo siguiente?

- Prefiero ir de frente con la gente, si doy rodeos no me dicen lo que quiero saber. - Siguió avanzando hacia delante pero se paró en seco y se giró. - Y si pregunto cuando tú no estás es porque tu no me dejarías decir nada, ni con rodeos.

 - Y si pregunto cuando tú no estás es porque tu no me dejarías decir nada, ni con rodeos

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El palaceteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora