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Solo quedaba un día para la boda y los invitados iban llegando. Esa mañana Diego se levantó temprano para supervisar los preparativos de la boda, en cambio, Elizabeth no salió de casa en toda la mañana, se quedó acompañada de la soledad del momento mientras leía un libro. A media mañana alguien llamó a la puerta, era la Señora Aguirre que quería hablar con la pareja sobre la conversación de la semana pasada.

- Buenos días Señora Aguirre, Diego no está.

- No importa, hablaré con usted. - Las dos se sentaron en los sillones del salón. - Me gustaría disculparme por mi comportamiento del otro día por echaros de mi casa, no hicisteis nada malo.

- Hice una pregunta impertinente en mal momento.

- No. - Cogió aire y lo soltó poco a poco. - Hubo un tiempo en que la Señora Ciga y mi marido estuvieron juntos, él me dejó una carta diciendo que estaba enamorado de ella y que se habían fugado para estar juntos, no lo hicimos público. Por suerte unos meses después regresaron a casa, la Señora Ciga volvió con su esposo y mi marido, bueno, también volvió aunque seguía enamorado de ella, no le pedí el divorcio porque aún no existía y no quería que nadie supiera lo que había pasado.

- ¿Por qué no me lo dijiste cuando nos encontrábamos en su casa?

- Tiempo después él desapareció y unos días más tarde la Señora Ciga. Sólo quería ocultarlo.

- ¿Y no pensaste que se habían vuelto a ir juntos?

- Me dejó una carta donde decía que se fugó, pero esta vez solo y él siempre me decía la verdad aunque tardase en hacerlo.

- Pero dijiste que estaba muerto.

- Y lo está. Un año después encontraron su cuerpo, dijeron que se había suicidado. También encontraron una nota a su lado que decía que se sentía culpable por lo que hizo. - Sus ojos estaban rojos y parecía que unas lágrimas de tristeza querían salir, le dolía hablar de este asunto.

- Se sentía mal por haberle traicionado.

- Sí, o... - Elizabeth la miró extrañada, ¿qué otro secreto ocultaba? - Bueno, la segunda vez que desapareció también lo hizo la Señora Ciga, tal vez se sentía culpable por haberle hecho algo, y bueno, a sus hijas también.

- Asesinato resuelto.

- La verdad es que no lo creo, mi marido no mataría ni una mosca.

- El amor hace locuras.

Resuelta todas las preguntas de Elizabeth sobre este tema la señora se marchó. Esta le pidió a la joven que se lo contara a su prometido pero no quiso hacerlo, él quería que no jugase más a detectives y dejara este tema en paz pero no podía hacerlo ya que era muy curiosa y siempre había soñado con descubrir un secreto así. Subió al despacho y de un cajón sacó una libreta pequeña que tenía un lápiz sujeto, en ese cuaderno tenía unos dibujos hechos por ella y no permitía que nadie lo viera, por eso era el mejor sitio donde escribir sobre un secreto. Durante este caso estuvo escribiendo cosas interesantes y datos útiles para no olvidarse de nada. Le dio punta al lápiz y empezó a escribir, cuando terminó se quedó sumergida en sus pensamientos perdiendo la noción del tiempo. Unos minutos después la puerta principal se abrió pero ella no se dio cuenta hasta que se cerró de un golpe fuerte, era Diego que ya había llegado y estaba hambriento. Elizabeth rápidamente cerró la libreta metiéndola en el cajón, Diego no sabía de su existencia y a ella le interesaba que siguiera siendo así. Enseguida bajó corriendo las escaleras para reunirse con su futuro esposo.

 Enseguida bajó corriendo las escaleras para reunirse con su futuro esposo

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