VII

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La Señora Aguirre invitó a los novios a su casa para despedirse y darles su regalo de bodas que se le olvidó dar cuando debía, pero Diego tenía que trabajar esos días y prepararlo todo para la mudanza por lo que sólo Elizabeth la visitó. Ese día hacía buen tiempo, no como la otra vez que fue a verla, el día estaba despejado, casi sin nubes y el cielo presentaba un azul claro con pájaros volando. La Señora Aguirre le ofreció una taza de café que ella aceptó encantada. Cuando cogió la taza la señora desapareció por la puerta y al volver llevaba una caja mediana de madera que le dio a Elizabeth. Dentro de la caja había un juego de tazas, las tazas tenían un color azul cielo y viejo como si tuvieran mucho tiempo, a lo vintage.

- ¿Ilusionada por volver a casa? - Preguntó la Señora Aguirre al verla tan triste. - Parece que no quieras volver.

- No es eso, tengo ganas de ir a casa.

- Entonces, ¿qué te pasa?

- Nada, solo que... - Hizo una pausa corta y mientras removía el café con la cuchara continuó. - antes de irme me gustaría averiguar lo que pasó con la señora Ciga.

- ¿Por qué quieres saberlo? Eso es agua pasada, deja el pasado en paz.

- No puedo, tengo la necesidad de saberlo. ¿Me podría dejar la carta de su marido?

- Lo que usted quiera señorita. Vivíamos muy bien sin saber lo que le pasó y no hay necesidad de saberlo.

- ¿No le gustaría que el culpable fuese detenido y el inocente liberado?

- ¿Lo dice por el Señor Ciga?

- Sí.

- La verdad es que me da igual saberlo, preferiría no tener ni idea de lo que sucedió. Han pasado doce años y todos hemos superado esa época.

La Señora Aguirre desapareció por segunda vez tras la puerta y al aparecer tenía un sobre entre las manos que lo miraba fijamente, sin pestañear, sin duda era la carta de su marido.

- Aquí tiene. Guárdela bien y cuando acabe devuélvemela por favor.

Elizabeth asentó con la cabeza. Enseguida empezó a leer. La estructura era la misma que tenía la carta de la señora Ciga, contaba lo mismo pero con otras palabras, y la letra aunque se pareciera no era la misma, las palabras tenían una inclinación hacia la izquierda por lo que era zurdo.

- ¿Su marido era zurdo?

- No, era diestro.

- ¿Y está segura de que esta es su letra?

- Sí, estoy segura.

- Entonces esta carta no la escribió su marido.

- No puede ser. ¿Quién si no?

- La Señora Ciga, es igual que la que le escribió a su marido.

- No es verdad, esa no es su letra y estoy muy segura, su letra no es tan redonda y ella tampoco es zurda.

- Eso significa que... - Hizo una pausa para darle suspense. - falsificaron las cartas.

- ¿Para qué, qué necesidad hay para hacer eso?

- Obviamente para encubrir un asesinato.

La Señora Aguirre había vuelto a salir del salón y a su vuelta vio a Elizabeth escribiendo en un cuaderno de tapas marrones. Le preguntó que escribía y ella le respondió que todo lo nuevo que descubría de ese caso lo escribía. 

 

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