Una joven prometida se empeña en descubrir la verdad sobre el asesinato que ocurrió hace años. Sin embargo, el misterio se complicará. Todos tienen algo que decir y ocultar.
Si te pica la curiosidad por desvelar un secreto de hace años, no rasques...
Elizabeth asintió con la cabeza levantándose del sillón. Con la puerta ya abierta se paró al oír la voz de la Señora Aguirre, esta se asomó al pasillo y le preguntó por las cartas, tenía curiosidad por saber quién las había escrito pero no se sorprendió al saber que había sido la mayor de las hijas. Finalmente Elizabeth salió a la calle y cerró la puerta.
Todavía era pronto para volver a casa y el cielo se iba despejando por lo que Elizabeth decidió dar un largo paseo hasta su casa. Por el camino se topó con un rincón encantador, con árboles, plantas y algunos niños jugando a la pelota. Había pocos bancos pero todos estaban ocupados por ancianos que habían salido a tomar el aire o por las madres de los niños que mientras hablaban con otras vigilaban a sus hijos para que no se metieran en líos. Elizabeth había decidido sentarse en la hierba cuando encontró un banco libre detrás de un gran árbol, sin pensarlo se sentó y admiró a los niños. Los niños no le gustaban, pensaba que eran un foco de infecciones, siempre estaban enfermos, no sabían hacer nada por sí solos y siempre había que vigilarlos y a ella le gustaba ir libre, sin responsabilizarse de nadie. Pero siempre había pensado que cuando estuviera casada se plantearía ser madre y ahora que tenía marido sería un buen momento para hacerlo. Contemplando los niños pensó en los Señores Aguirre, ellos no tenían hijos pero si hubiesen podido tener hijos, tal vez al ser padre Gabriel no bebería tanto. Elizabeth nunca se había planteado la posibilidad de ser estéril porque nunca le había importado pero ahora le empezaba a preocupar. "Aun soy joven", pensó, "y si no tenemos hijos tampoco pasaría nada, los Señores Aguirre no tuvieron y..." quería decir que fueron felices pero eso no es lo que pasó "él se dio a la bebida y ella le odiaba por ello" Se dio cuenta de que volvía a echar la culpa a la Señora Aguirre por no tener hijos, primero la acusó de mentir sobre su marido y lanzarle a los brazos de la Señora Ciga y ahora porque por no tener hijos su marido empezó a beber y a maltratarla. Ella no se merecía que le culparan por lo que pasó, era inocente porque no podía saber que sucedería, Continuó discutiendo consigo misma en su cabeza hasta que se dio cuenta de que en su cuaderno no había escrito nada desde anoche, rápidamente sacó de su bolsillo el cuaderno con un lápiz y empezó a escribir. Cuando acabó lo volvió a guardar y se levantó para marcharse a su casa, todavía no había visto a Diego desde que esta mañana se había ido hecho una furia con ella por lo del diario.
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