La ofrenda de paz

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Dragon Days

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La ofrenda de paz

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No había tenido noticias suyas, prácticamente, en todo el día. Kanon decidió no insistir en buscarlo o enviarle mensajes; simplemente, debía esperar a que el otro respondiera y, por lo visto, habría que armarse de paciencia ya que el estado del mensaje enviado ayer aún estaba sin leer. La aplicación de mensajería no mostraba los tan ansiados indicadores en color azul, estos seguían en gris. Así mismo, no lo vio por los pasillos en ningún momento, ni en el ascensor o la fila del almuerzo, ¿acaso estaría ausente de la oficina? Kanon ya no sabía que más pensar pues había agotado todo su acervo de imaginaciones mentales y sus opciones a la mano.

Nuevamente miro el movil sin encontrar cambios en sus mensajes con Radamanthys, hasta que revisó el estado de él encontrándose con que el rubio no había tenido actividad en la app de mensajería desde hacia muchas horas, la última vez que la uso sería ayer más o menos a la hora en que habló con Kanon por la tarde. ¿Qué pasaba por la mente del otro hombre? Se preguntaba el joven del cabello cobalto una y otra vez mientras iba con desasosiego por los pasillos cruzando por la sala donde estarían los auditores encontrándose las luces apagadas y la puerta cerrada.

Ese día, por alguna razón, no estaban en la oficina. Y, de igual forma, su estado en el mensajero interno de la empresa aparecia como "Desconectado".

Aquello contribuyó en aumentar sus chaquetas mentales pues, no había manera de arreglarse con Radamanthys ya que desconocía su paradero. ¿Estaría en casa?, ¿habría solicitado el día por alguna razón en particular? Y, lo más importante, ¿continuaría enfadado con él? Kanon sabía que nada calmaría su día y sus sentimientos más que el recibir una respuesta: las palabras consoladoras que le confirmaran que todo estaba bien, que solo se ahogaba en un vaso con agua por nada. Que su relación con Radamanthys estaba igual que siempre tratándose todo de un simple malentendido.

Aunque algo dentro de él lo creía todo perdido irremediablemente como si intentara pegar una a una las piezas de un espejo roto.

—¿Estás bien?

Io noto que llevaba varias horas suspirando con el móvil en las manos sin prestar atención a nada a su alrededor. Kanon observó a su amigo por unos instantes sin saber que responder, sin estar seguro de poder revelar los detalles de aquello que le atormentaba así que pensó un poco antes de hablar cuidando cada una de sus palabras.

—Si amigo, todo bien —respondió luego de unos instantes.

—¿De verdad? —el chico de los cabellos rosados lo miraba sin aceptar aquella respuesta— Desde que llegaste por la mañana luces terriblemente triste. ¿Algo salió mal ayer?

—Si... —dijo al fin en voz baja mientras su colega tomaba asiento a su lado— Soy un idiota sabes, hable demás, dije cosas que no debi decir sobre un tema que no me concierne. No he sabido de él desde ayer, ha de estar furioso conmigo.

—Por lo que entiendo no has podido arreglarte con él por mensaje siquiera, ¿es así?

—Es correcto, apenas llegue a casa le pedí una disculpa por mensaje y no ha respondido nada.

—No los he visto por la oficina en todo el día, así que quizás podrías darle el beneficio de la duda —dijo Io sonando lo más positivo posible—, no sabes qué le ha impedido responder. Quizás él también está ordenando sus ideas o...

—¿O?

—O quizás aún siga molesto —respondió en voz baja lanzando un breve suspiro—, en ese caso...

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