Capítulo I

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Ya podía sentirse el frío gélido del invierno llegar desde el norte, pero a Joseph parecía no importarle; caminaba por las calles de Northumber a media noche con apenas algo de ropa; llevaba puesto un pijama azul de rayas blancas que le iba demasi...

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Ya podía sentirse el frío gélido del invierno llegar desde el norte, pero a Joseph parecía no importarle; caminaba por las calles de Northumber a media noche con apenas algo de ropa; llevaba puesto un pijama azul de rayas blancas que le iba demasiado grande y unas pantuflas que su padre le había regalado al cumplir catorce; el último cumpleaños que celebraron, antes de su muerte.

Caminaba sin rumbo aparente por medio de la calle principal, los fuertes vientos azotaban las vidrieras de las tiendas y agitaban los cables del alumbrado eléctrico produciendo de vez en cuando algún chisporroteo.

Desde que Marcus, su padre, había muerto hacía un mes; nada había sido igual para Joseph; su madre, en ocasiones se sentía tan deprimida que le era imposible levantarse de la cama, pasaba la mayor parte del día viendo fotografías o sentada en la mecedora de la sala con la mirada perdida, esperando que en algún momento Marcus entrase por la puerta y ella pudiese despertar de aquella horrible pesadilla.

Joseph trataba de animarla, pero él tampoco se sentía particularmente bien; lloraba todas las noches antes de dormir, aunque evitaba hacerlo delante de ella, debía ser fuerte.

Cada día sentía que la perdía un poco más y también a sí mismo, todos decían que el tiempo les ayudaría a sanar, que las heridas cerrarían, que todo sería solo un mal recuerdo; pero Joseph no dejaba de preguntarse cuánto pasaría antes de qué eso se hiciera realidad, porque él se sentía cada día peor. Constantemente se preguntaba ¿Por qué ellos? ¿Qué habían hecho para merecer tal maldición? Pero nunca conseguía las respuestas.

Luego de un rato caminado, Joseph estaba en las afueras del pueblo, al pie del acantilado; solo oía el sonido de las furiosas olas del mar golpeando la masa de tierra como si le reclamasen por estar en medio de su camino.

En la cima reposaban las ruinas de la Abadía de Northumbria, una de las más antiguas de Inglaterra. Desde abajo podía ver una de las torres, imaginó cómo habría sido en sus días de gloria... seguramente hermosa, ni la sombra de lo que era en el presente.

Decidido, comenzó a subir por las escaleras de piedra, era una pendiente difícil, un paso en falso y caería directo a un montón de filosas rocas. Mientras subía sentía como su ropa se humedecía con el agua que salpicaba de las olas, pero nada lo iba a detener, iba a enfrentarla y con algo de suerte vengaría el asesinato de su padre.

Cada paso que daba se le hacía más difícil que el anterior, pero sabía que no faltaba tanto para llegar a la cima, ya había recorrido más de la mitad del camino.

De repente sintió que el viento soplaba más fuerte, le taponaba los oídos y apenas podía mantener los ojos abiertos, dio un mal paso y se resbaló; rodo por cuatro o cinco escalones antes de recuperar el control, sentía como un líquido tibio resbalaba por su rostro: sangre; se había hecho daño, sentía ardor y algo de dolor pero no se detendría. Tomó una bocanada de aire e intentó ponerse de pie, estaba un poco mareado pero lo logró y continúo subiendo.

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