Capítulo II

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15 años después

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15 años después...

Northumber era un pueblo como cualquier otro del noreste de Gran Bretaña; con bosques, paramos y acantilados que se perdían en el mar. Margaret y Thomas habían visto muchas propiedades en pueblos cercanos y esperaban que esta fuese la última. Su agente de bienes raíces: Carmela Harris, les había dicho que aquel pueblo era especial y que la propiedad que les mostraría les encantaría.

Los tres iban en el coche de Carmela, quien no paraba de hablar. Al recorrer la calle principal se fijaron en que había muchas tiendas, restaurantes e incluso un par de sitios en donde vendían antigüedades. Hubo una tienda en particular que llamó su atención, un extravagante escaparate lleno de todo tipo de objetos exotéricos.

—Esa, es la tienda de Deva, la adivina del pueblo —dijo Carmela notando la curiosidad de la pareja—. La gente en estos lugares es supersticiosa.

A medida que recorrían el pueblo, Carmela les indicaba cuales eran los sitios más importantes: el ayuntamiento, el hospital, la comisaría y su café favorito.

—¿En dónde están todas las personas? —preguntó Thomas fijándose en los pocos transeúntes que había.

—Querido, esto no es Londres —respondió Carmela guiñándole un ojo—. En pueblos como Northumber suelen haber pocas personas.

Poco después llegaron a una calle desde la que se podía ver la playa y una parte del puerto. Carmela tomó un desvío y empezaron a ascender por una colina. A medida que subían, el camino se volvía más desafiante, con curvas pronunciadas y tramos angostos; notaron que las casas estaban cada vez más separadas, cosa que no acostumbraban ver en Londres.

Finalmente Carmela detuvo el coche frente a una casa de dos pisos, la fachada era la mezcla perfecta entre lo clásico y lo moderno; en frente había un bonito jardín con grama y muchas flores, en especial rosas blancas, que según les había comentado la vendedora era la flor insignia del pueblo.

Al entrar se encontraron con un salón amplio, unas grandes ventanas permitían que entrase un montón de luz natural que se reflejaba en los pisos de madera clara, los techos eran altos y estaban decorados con preciosas molduras; sin duda era una gran primera impresión. Carmela se encargó de mostrarles todas las habitaciones y al terminar los llevo hasta el jardín trasero en donde la pareja se quedó impresionada no solo por el tamaño sino por la magnífica vista; se podía ver todo el mar y parte del pueblo abajo, además de un acantilado con unas llamativas ruinas que captaron la atención de Margaret.

—¿A qué pertenecen aquellas ruinas? —preguntó la chica sin apartar la mirada.

—Oh, eso querida, son las ruinas de la Abadía de Northumbria —respondió Carmela.

Margaret sintió mucha curiosidad, sin duda un lugar como aquel estimularía su creatividad. Ambos estaban encantados con la casa y cuando Carmela les dijo el precio no podían creerlo.

—¿Por qué el precio es tan bajo? —preguntó Thomas.

—La dueña quiere vender rápido la propiedad —explicó Carmela—. Su esposo murió recientemente y el estar aquí le trae recuerdos dolorosos.

—¿Murió en la casa? —preguntó Margaret.

—No, nada de eso querida. —dijo Carmela sin dar más explicaciones.

Al volver a Londres no necesitaron pensarlo mucho antes de hacer una oferta por la casa, ahora que a Margaret le faltaban pocos meses para tener a su pequeña Eve, querían vivir en un sitio más tranquilo y Northumber parecía ser el lugar perfecto.

Thomas había estado investigando y solicitó una plaza disponible para un médico en el hospital del pueblo; Margaret al ser escritora podía trabajar desde casa. Parecía que el destino estaba a su favor y no iban a desaprovechar la oportunidad.

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