Stuttgart

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Loki tenía prisa. Había mantenido una conversación con Thanos a través del báculo. Éste quería cuanto antes el Teseracto, pero el dios quería mantener a los humanos bajo su poder. Él quería una guerra, fuera larga o corta pero una guerra con los humanos. Thanos le concedió el deseo, pero con la condición de que nadie le quitase de las manos el Teseracto. En el caso de que lo perdiera, ningún mundo ni ningún rincón del universo sería lo demasiado recóndito como para que Loki no fuera encontrado y torturado.
Ahora se encontraba en la base que había encontrado en una de las vías subterráneas de Nueva York que en algún momento habrían servido para que el metro surcase por ellas. Loki se había cerciorado de que nadie ni nada tuviese en cuenta aquella zona de las vías y había implantado allí su pequeño laboratorio en el que trabajaban alrededor de cincuenta científicos que había logrado pasar a su bando mediante el báculo, una especie de lanza de los Chitauri que le ayudaba a controlar las mentes de los humanos. Con la ayuda de Clint Barton, el miembro de los Vengadores que se había pasado a su bando el después de que él le manipulara con el báculo, también había conseguido algunos arqueros.
Se levantó del bordillo desde el que observaba como trabaja su pequeño ejército de científicos, los cuales corrían de un lado a otro investigando sin descanso el poder del Teseracto. Caminó lentamente entre los pasillos del laboratorio. Se podía en el ambiente la falta de descanso que había entre las personas de aquel lugar. Loki rió para sí mismo pensando en lo débiles que eran aquellos humanos. Nunca antes había conocido una especie menos productiva y más insuficiente, de ahí que quisiera dominarles y convertirse en su rey.
Se acercó a una habitación improvisada en la que las paredes eran cortinas transparentes y dentro de la cual se encontraba el Teseracto, algún utensilios de trabajos y el Doctor Selvig, un científico de S.H.I.E.L.D, trabajando en él. Otros salían y entraban con diferentes aparatos que él les pedía para continuar con su trabajo.
-Ponedlos ahí -les pidió Selvig a varios chicos que entraron con nuevos utensilios mientras señalaba con un destonillador en la mano al fondo del cuarto-.
Después, al percatarse que Loki estaba observando su trabajo se giró y, aún con el destonillador en la mano, se acercó a las cortinas. Podían oírse los ruidos dentro y fuera del cuarto, con lo cual podían hablar entre ellos sin problemas. Ojo de Halcón también estaba allí, buscando información en una tablet.
-¿Dónde ha encontrado a este personal? -le preguntó el doctor a Barton-.
-A S.H.I.E.L.D no le falta personal, doctor.
Después, Clint cogió la tablet y la giró mostrándosela al científico.
-¿Sólo necesita esto? -preguntó esta vez el Vengador-.
-Sí, iridio. Está en los meteoritos y protones -explicó Selvig mientras elegía y cogía unas herramientas de trabajo de una mesa. Se le veía muy cansado-. Es muy difícil de encontrar.
-Sobretodo si S.H.I.E.L.D sabe lo que necesita... -apuntó colocando de nuevo la tablet el arquero-.
-Yo no lo sabía -se quejó Selvig, después miró a Loki y se dirigió a él-. Eh, el Teseracto me ha enseñado mucho. Es más que conocimiento, es la verdad.
Selvig parecía orgulloso de sus descubrimientos y Loki de lo que acaba de oír. Con una sonrisa de satisfacción en la cara, se dirigió al arquero.
-Lo sé. ¿Y a usted qué le ha enseñado, Barton?
Barton se giró dejando de mirar la tablet. Miró con sus ojos más claros de lo normal debido al hechizo del báculo a Loki.
-Mi próximo objetivo.
-Dígame qué necesita -le pidió el dios-.
Barton le guió a una mesa que estaba cerca de allí, abrió una caja y de ella sacó su arco, el cual con un rápido gesto extendió.
-Una distracción y un punto de mira.

Steve y Brooke se encontraban en ese momento en la sala de control de la base. La chica había accedido a que Banner le sacase sangre para investigar con era su cuerpo y su funcionamiento. Tenía que reconocer que llevaba mucho tiempo intrigada por como su cuerpo podía soportar tales temperaturas y quemaduras sin problemas. Maria, Coulson y Furia también estaban allí. El Agente Coulson hablaba con Steve en la plataforma de arriba sobre los cromos del primero sobre el segundo, mientras que Brooke se encontraba en la mesa sentanda.
-Es decir, si no es demasiado problema -escuchó decir a Coulson desde su asiento-.
-No no -dijo algo incómodo él con los brazos cruzados sobre el pecho-, está bien.
Brooke sonrió levemente. Le pareció gracioso que a Steve aquello le avergonzase.
-Es una colección clásica -continuó explicando Coulson-, tardé un par de años en conseguirlos todos. Está nueva, ligeramente descolorida en los bordes, pero...
Entonces el agente fue interrumpido por la alarma de uno de los ordenadores, Brooke centró la atención en el lugar del que provenía el sonido. El hombre que manejaba el ordenador se giró y miró a Furia.
-Señor, tenemos una incidencia. Concuerda en un 67% -el hombre volvió a girarse para mirar la pantalla del ordenador-.
Furia miró desde su punto de control los datos de los que el hombre hablaba.
-Espere, 79% -habló de nuevo aquel hombre-.
Coulson dejó a Steve para acercarse al ordenador del hombre.
-¿Posición? -preguntó el agente-.
-Stuttgart, Alemania -a continuación el hombre dio una dirección más exacta mientras miraba en el ordenador una foto del lugar y de como iba vestido Loki-. No se esconde que digamos.
-Capitán, Negrix -dijo Furia echándolos un leve vistazo a los dos-, su turno.
Los dos asintieron y se encaminaron a la puerta de la sala de control. Un soldado les guió rápidamente a dos salas donde encontrarían sus respectivos trajes. Les dieron órdenes de que en cuanto terminasen saliesen del cuarto. Brooke entró en la primera, donde encontró una habitación amplia sin mucha luz y muchas armas y colgado al fondo de la sala pudo ver el traje que llevaba en Gotham.
Por lo visto S.H.I.E.L.D se había molestado de conseguir su auténtico traje. Tenía miedo de que hubiesen decidido innovar y que le dieran otro que no valía. Se acercó rápido al traje y se quitó el que llevaba lo antes que pudo. Tuvo que hacerlo más lentamente en dos ocasiones porque el que llevaba puesto era demasiado ajustado. Finalmente, pudo quitárselo y descolgar el suyo. Se le pasó por la cabeza que en aquella sala podía haber cámaras y que podían estar viéndola en ropa interior, pero se quitó lo antes que pudo ese pensamiento de la cabeza y en menos de cincuenta segundos consiguió ponserse su verdadero traje.
Salió del cuarto sin ni siquiera molestarse en colocar decentemente el traje que llevaba antes, pero llevaba demasiada prisa como para acordarse de eso. El Capitán salió de su cuarto cinco segundos después de ella. Se alegró de no ser la última. Si habían tardado mucho no ría sólo culpa suya. El soldado que los había guiado hasta allí volvió a aparecer en el pasillo saliendo de una tercera puerta y les pidió que volvieran a seguirle. Ellos dos obedecieron andando tras él.
Pasaron por varios pasillos hasta salir al aparcamiento de los quinjets, donde se subieron a uno junto al soldado. Natasha ya estaba allí, en el mando del avión. Ella y el otro soldado lo dirigirían hasta Stuttgart.

Una nueva vengadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora