Alonso

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Hacía ya una semana desde que había dicho a mis padres sobre mi orientación sexual. Alonso se había encargado de contarles que Bianca era mi pareja y que estábamos juntas desde hace ya un tiempo. Por supuesto que la indignación de mi familia fue mucho más al saber ese pequeño detalle. No solo era una desviada, sino que vivía con una.

En toda la semana no había recibido ni una llamada de ellos y Alonso simplemente estaba a su favor. Si bien nunca mostró oposición a mi estilo de vida, ahora actuaba de forma diferente. Era claro que no toleraba que estuviese con otra mujer, no después de todos los valores que nuestros padres nos habían inculcado.

Sin embargo, ya no me importaba. Ya estaba dicho y nunca me había sentido tan aliviada. Bianca y yo podíamos salir tomadas de la mano, y besarnos donde quisiéramos sin temer a mis padres. Y aunque eso ya lo hacíamos, se sentía genial poder hacerlo sin tener ese peso sobre mis hombros.

Bianca y yo teníamos amigos que ya sabían lo nuestro. Gente que se lo tomó muy normal. Durante la semana, salimos con ellos a tomar unos tragos y yo les conté que había hablado con mis papás. Ellos estuvieron sorprendidos, igual que lo estuvo Bianca en su momento, pero luego me felicitaron por dar ese paso tan importante.

La pasamos bien, pero en mi pecho seguía esa angustia, ese dolor que se incrustaba más y más en mi corazón.

Había pasado solo una semana.

El trabajo me distraía. Puede que no lo haya mencionado, pero soy fotógrafa. En fin, todos los días tenía que poner una cara amable y una sonrisa que demostrara que no me afectaba el rechazo de mis padres. Aun así, era imposible no pensar en ellos. No podía decir que no los quería, después de todo eran mis padres.

Era viernes por la noche. Bianca había pedido pizza a domicilio y después de un largo día, ambas nos encontramos comiendo esa pizza en nuestra cama. Ella tenía puesta su pijama de margaritas que la hacía parecer una adolescente, y yo con mi franela y pantaloncillos que me hacía ver mayor. Ella me miraba con detenimiento; había intriga en sus ojos.

Di un mordisco a mi pizza y casi cae queso en las cobijas. Bianca seguía mirándome.

—¿Por qué me miras así? —pregunté con la boca llena.

—Es que me estoy preguntando cuándo dejarás de fingir.

—¿Fingir? —Fruncí el ceño.

—No he dicho nada porque sé que necesitas tu tiempo para procesar las cosas, pero no podemos seguir así.

Yo había dado un sorbo a mi jugo para tragar lo que comía.

—No entiendo nada, Bianca.

—Que no hace falta que siempre te hagas la fuerte. He notado que lloras en el baño y que estás triste todo el tiempo. Intentas esconder tus emociones, tus sentimientos —ella tomó mi mano— y no es justo, Alison. Yo estoy aquí, estoy para que cuentes conmigo en todo momento, para que llores en mi hombro si lo necesitas, para que rías a mi lado.

Las palabras de Bianca habían calado dentro de mí. Ella apretó mi mano con fuerza y yo dejé que mis lágrimas corrieran como una cascada.

—Lo siento, no quería que te preocuparas por mí.

—No me molesta preocuparme por ti. Somos una pareja y esta es una relación en la que compartimos nuestras verdades, así nos duela.

—Lo sé. —Solté su mano y empecé a recoger la comida de la cama.

—¿Qué haces? —preguntó.

—Esto puede esperar. —Moví todo al refrigerador y volví con ella.

Tempestad - Inseguridades ocultas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora