Tempestad - Inseguridades ocultas [Completa]

¿Mudanza?

Habíamos guardado todo en un almacén, desalojando así el estudio que una vez creí mío. Mary estaba muy preocupada, pensó que perdería su empleo y aunque la verdad no sabía cómo resolver esto, le di esperanzas de que todo iba a estar bien.

No había contestado el mensaje de Alonso, pero tenía la certeza de que pronto él mismo haría presencia, después de todo él era el hijo pródigo.

Me reuní con George y Viktor en casa para hablar sobre lo que se avecinaba. Tenía que empezar a trabajar ahora mismo en un plan de respaldo. No podíamos esperar o todo se caería como un castillo de naipes.

—¿Crees que contemos con el dinero para establecernos en otro local? —pregunté a Viktor quién seriamente tecleaba en su laptop.

—Supongo que es posible. —Eso me alivió—. Tendríamos que hacer unos pequeños ajustes, pero pienso que podríamos lograrlo.

—No sé como procesar esto. Aún me encuentro en shock. No me puedo creer lo que hizo tu padre —dijo George, quien me miraba con inquietud.

—Siendo honesta, a mí también me sorprendió.

Los tres seguíamos haciendo uso del tiempo para hacer llamadas y reubicar las fechas de las sesiones fotográficas que ya estaban programadas, mientras Viktor llamaba a un agente inmobiliario para pagar el depósito de un local que él consideró era el más indicado. En eso se nos fue toda la tarde.

—¿Quieren otro café? —pregunté a los chicos.

—No, Ali. De hecho, creo que es hora de que nos vayamos. Bianca debe estar por llegar y es mejor que le expliques todo sin que nos tengas aquí —reflexionó George.

—De acuerdo, tienen razón.

—Mañana te llamaré para que vayas conmigo al nuevo estudio y así podamos concretar todo.

—Vale. Entonces mañana terminamos con lo que falta. Muchas gracias por todo chicos.

—No seas tonta. No tienes que agradecer nada, mi querida Vampiresa. Ven aquí —George me abrazó con suavidad—, ya verás que todo esto se arreglará.

—Este idiota tiene razón. —Viktor se nos unió—. Solo intenta serenarte y respirar.

—Ok, ya. No se me pongan tan melosos. —Me solté de ellos.

—Esa es nuestra Princesa de Hielo. —Rieron ambos—. Hasta mañana, Ali.

Estos salieron y yo fui directo a la habitación y me desplomé en la cama. Empecé a pensar en todo lo que había sucedido y las lágrimas empezaron a salir por su cuenta. No podía procesar aún lo que mi padre me había hecho. Me estaba desestabilizando emocional y económicamente. Y yo por mi parte había sacado a la luz el secreto más grande que había tenido que guardar. Mamá estaba ahora sufriendo, al igual que yo, pero en sentidos diferentes. Era su turno de ser juzgados, de sentirse inferiores.

Me levanté y limpié mis lágrimas, ellos no las merecían. Yo iba a salir adelante y lo haría con o sin su ayuda. Me desvestí con rapidez y me metí a la ducha. Tenía que liberarme del estrés que me tenía claustrofóbica.

Sentí el agua correr en mi espalda y mis piernas. Mojé mi cabello y dejé que la presión de mi cabeza se liberara a través de la lluvia de la regadera.

En eso escuché que alguien entraba en la habitación.

—¿Ali? ¿Estás allí? —Era mi chica—. La puerta del baño se abrió y ella corrió a mis brazos sin siquiera quitarse la ropa.

—Amor, tu ropa se está empapando —dije abrazándola de vuelta.

—No me importa. —Se aferró más mi—. ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué fuiste a casa de tus padres?