Acabando con la Indiferencia

2 1 0
                                    


Al pasar los días, notaba que Bianca se relajaba un poco más ante mi presencia, aunque no era algo frecuente. Ella seguía distanciada de mí, y a pesar de que dormíamos juntas, yo la sentía a kilómetros de distancia. No obstante, ella me ayudó mucho, la recuperación era lenta, y tenía que ser paciente. Las atenciones de Bianca no se detuvieron; me ayudaba a bañarme, a caminar cuando quería tomar aire en el patio, me ayudaba a meterme a la cama y así sucesivamente. No hablaba mucho, y era algo que por momentos me frustraba, pero había decidido darle su espacio.

Recibí visita de mis amigos, George y Viktor venían a la casa constantemente. Intentaban hacerme reír aunque mi humor para esos días estuviera pésimo. Durante mi ausencia, George se encargó de las sesiones y me sorprendió saber que era igual de bueno que yo, pero a él no le gustaba más que ser mi ayudante. Las cosas en el estudio se mantuvieron a flote mientras yo no estaba. Bianca había pedido una semana libre por lo del accidente e intentaba arreglárselas desde casa en su ordenador. Pero después que esa semana acabó, debía volver por lo que llamaba a Viktor o a mi hermano para que me hicieran compañía.

Después de dos semanas ya me podía trasladar con más agilidad usando las muletas, y de esa manera ya podía hacer la mayoría de las cosas por mí misma, pero aun así Bianca estaba al pendiente de mi recuperación. Ya empezaba a hablarme un poco más, y al menos lograba mantenerme la mirada, algo que no había hecho desde que se enojó por lo ocurrido con Lila.
El contacto físico era otra cosa que evitaba. Ella ya no me besaba, y si lo hacía, me besaba en la frente o en la mejilla. No me abrazaba cuando dormíamos y tampoco me daba un beso para dormir.

Estábamos en la cama ya preparándonos para dormir, habían pasado ya casi cuatro semanas desde el accidente. Bianca tenía puesto unos shorts y una camisa de algodón blanca que la hacían ver tan sencilla y sin lugar a dudas muy bonita. Ella se estaba poniendo crema en las manos y yo no dejaba de verla. De pronto me surgieron las lágrimas que había estado guardando por mucho tiempo. Ella me miró y se acercó a mí. Con el antebrazo me cubrí el rostro, no quería que sintiera pena por mí.

—Alison —dijo en un tono suave—. ¿Qué pasa? ¿Te duele la pierna? —Estaba preocupada.

Yo negué con la cabeza, no quería hablar. Tenía un nudo en la garganta que no me dejaba decir nada.

—Dime qué sucede, Alison. —Insistía ella—. ¿Quieres que te traiga un vaso de agua?

Tampoco respondí, solo sollozaba con antebrazo cubriendo mis ojos.
Entonces sin decir nada más, sentí su mano en mi brazo y trató de moverlo con suavidad. No me resistí, y la dejé que me mirara. Mis mejillas estaban empapadas por mis lágrimas, y mi pecho subía y bajaba ante los espasmos de mi llanto.

—No puedo... seguir así —dije entre sollozos.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con tristeza.

—Que tu indiferencia... —Ella se sentó a mi lado limpiando mis lágrimas con sus dedos—. Me está destruyendo por dentro.

Ella permaneció en silencio por un momento y podía ver sus ojos inundarse.

—No ha sido fácil para mí —dijo con voz ronca—. No quiero que pienses que te estoy castigando.

—Pareciera que eso es lo que haces, Bianca. —No dejaba de llorar—. Si quieres dejarme...

—¿Cómo se te ocurre decir esa estupidez? —Me interrumpió y se abalanzó a mis labios.

Me besó con desespero, con intensidad y no podía negar que extrañaba sentirla en mi boca. Su lengua jugaba con la mía haciéndome encender. Se separó de mis labios dejando una corta distancia entre nosotras. Sus ojos brillaban.

Tempestad - Inseguridades ocultas [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora