«Oye, hermanita, ya sé que la cena no salió como esperábamos, pero no me puedes culpar. Mamá está desesperada y no sabe qué hacer. Nunca había estado en esta situación y ahora se encuentra desorientada. Sé que no puedo justificar sus acciones, pero no te enojes conmigo. Es ya el quinto mensaje que te dejo. Por favor, llámame.»
Ciertamente, Alonso había dejado cuatro mensajes más durante el fin de semana que repetían casi lo mismo que ahora decía. Y también era cierto que le había dejado el recado de que me llamara, pero ahora, sin la presión del momento, lo veía desde otra perspectiva. Además, aún no podía dejar de pensar en las palabras de mi madre.
—¿Vas a llamarlo? —Bianca estaba acostada a mi lado escuchando el mensaje de mi hermano.
—No lo sé, amor. —Ella se giró hacia mí, rodeando mi abdomen con su brazo libre. Me miró directo a los ojos—. ¿Tú qué crees que debo hacer?
—Creo que deberías devolverle la llamada, ir a tomar un café y poner las cartas sobre la mesa. Tu madre está fuera de control y no siempre puede tratarte como se le dé la gana.
Sin darle una respuesta, me volví hacia ella dejándola debajo de mí. Todo mi peso reposaba en mis codos y nuestras piernas se entrelazaban. Sus ojos brillaban ante mi mirada, sus labios rosados me invitaban a besarlos. Poco a poco dejé caer mi peso sobre ella y con una mano libre acaricié su rostro.
—¿Vas a besarme o no? —dijo ella con una enorme sonrisa.
—Haré más que eso. —Mi mano libre se coló debajo de la camiseta de su pijama y con suaves movimientos subí hasta acariciar uno de sus pechos. Ella respiró hondo, esto era algo que le gustaba.
Dirigí mi boca a su cuello, besándola y saboreándola. Ella jadeaba y eso me alentó a continuar; mi mano seguía enloqueciendo su pecho derecho, mientras que mi boca se movía hasta sus labios rosados que me esperaban ansiosos. Nos fundimos en un beso que incluía un juego de lenguas luchando por un dominio. Pronto mis manos hábiles retiraron su camiseta y mis ojos se desviaron a esos hermosos pechos. Masajeé cada uno de ellos y cuando estuve a solo centímetros de besarlos, un golpe en la puerta nos interrumpió.
—¡¿Quién rayos viene de visita un domingo y a estas horas?! —Era obvio que Bianca estaba frustrada. De nuevo volvieron a golpear a la puerta.
También me sentí frustrada. Solamente quería pasar un buen rato con mi chica. Las dos nos levantamos de inmediato, ella se colocó la camiseta y se arregló un poco el cabello.
Las dos nos dirigimos a la sala; Bianca se sentó en uno de los sillones y dijo:
—Te juro que si es George, lo mataré.
Eso me hizo reír. Fui hasta la puerta y quité el seguro para abrirla, pero para mi gran desagrado, no había sido ninguno de mis amigos.
—¿Qué haces aquí, Alonso?
Él me miraba apenado, pero no venía solo. La rubia estaba con él y lo tomaba de la mano.
—Yo le hice venir —dijo ella, lo cual realmente me desconcertó—. Es absurdo que él espere a que lo llames cuando podía nada más venir y conversar como adultos. —Ella me miró de pies a cabeza y luego dijo—. Espero que no las hayamos interrumpido.
Alonso estaba totalmente apenado y se notaba en como agachaba la mirada y se rascaba la cabeza.
—No pasa nada —dije esperando que no se notara mi incomodidad—. Pasen adelante.
Ellos pasaron directo a la sala. Me quedé detrás de ellos por un segundo y Bianca al verlos se sorprendió y me miró con mil preguntas en su cabeza. Yo solamente me encogí de hombros y fui a su lado.
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Tempestad - Inseguridades ocultas [Completa]
RomanceSinopsis En la vida he aprendido que no somos personas estáticas, que requerimos de movimientos para vivir. También había aprendido que las personas que eliges se vuelven familia, porque a veces tu propia familia te abandona. Bianca era mi familia y...