Los días siguieron su curso habitual, mientras que yo disfrutaba de esta nueva libertad. Era increíble poder besar a mi novia en el lugar que quisiera, de poder deambular por las calles y parques, de estar tranquilas en nuestra casa sin preocuparme por los prejuicios de quienes en algún momento fueron mis padres.
La vida continuaba y la felicidad que ahora sentía iba a cambiar. Era viernes por la noche y Bianca quería que fuéramos a un restaurante. Decía que hacía mucho desde que habíamos salido en una cita.
Nos arreglamos un poco más de lo normal; ella vestía un vestido con flores al estilo veraniego, con sus tacones y su cabello caía en ondas definidas. Bianca no era de usar maquillaje en forma extravagante, a ella le bastaba con algo sencillo; mascara, algo de rubor y labial rojo.
Yo también me arreglé un poco; usualmente me gustaba utilizar ropa cómoda, pero en momentos como estos me gustaba lucir bien para ella. Usé un vestido vintage, con mi chaqueta negra y zapatos de cuero con tacón alto. Recogí mi cabello en una cola de caballo, delineé mis ojos con lápiz, me puse labial rojo y ya estaba lista.
—Te ves muy ardiente. —Bianca me abrazó desde atrás.
—Querrás decir que me veo hermosa —dije sonriendo.
—Sí, pero también te ves ardiente. —Me besó en la mejilla—. ¿Estás lista para irnos?
—Sí —dije girándome para quedar frente a ella y a sus bellos ojos—. Tú también luces radiante —declaré dándole un beso en los labios.
*****
Llegamos al restaurante y un mesero nos guió a una mesa disponible. Era un buen lugar; paredes color marfil, manteles con bordes de encaje, menús con letra en caligrafía dorada. Había plantas a los alrededores, y lo mejor de todo era que el ambiente se sentía muy sereno.
Bianca me miraba con ilusión y a mí me enamoraba aún más. Ella tomó mi mano y la apretó.
—Es un lindo sitio. —Volvió a apretar mi mano—. Me alegra mucho que hayamos venido.
—A mí también me alegra. —Le sonreí.
Nuestro camarero llegó y nos preguntó si ya sabíamos lo que vamos a pedir. Ambas asentimos y pedimos risotto de camarones y vino blanco. El camarero asintió, anotando en su pequeña libreta para luego retirarse dejándonos solas.
—¿Cómo has estado? —me preguntó Bianca.
—Creo que sin duda alguna estoy mejor que hace dos semanas —dije con tranquilidad.
—¿Alguna otra visita inesperada en el trabajo?
—No. Alonso dejó de contactarme desde ese día en el estudio.
El camarero volvió con nuestra orden y colocó los platos en la mesa junto a dos copas de vino. Luego de eso nos deseó una linda velada y se retiró.
La comida olía de maravilla y aunque no sabía nada de vinos, este en particular me agradó mucho, o quizás era la compañía que hacía que todo fuera perfecto.
Comimos en silencio, disfrutando de la tranquilidad en el ambiente. Bianca me sonreía cuando mis ojos se encontraban con los de ella y yo como una tonta sonreía de vuelta.
—¿Cómo van las clases? —pregunté rompiendo el silencio.
—Bien, los adolescentes dan mucho trabajo. Pero he aprendido a controlarlos.
Había mencionado que Bianca trabajaba mucho durante la semana y eso se debía a que ella era docente. Enseñaba Inglés en un instituto de la ciudad y apenas llevaba un par de años laborando. Al principio había sido un reto para ella, no creía que tuviera lo que se requería para ser una buena profesora, pero eso no la detuvo. Ahora ejerce una profesión que le gusta y que la hace feliz, aunque a veces la deja exhausta.
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Tempestad - Inseguridades ocultas [Completa]
RomansaSinopsis En la vida he aprendido que no somos personas estáticas, que requerimos de movimientos para vivir. También había aprendido que las personas que eliges se vuelven familia, porque a veces tu propia familia te abandona. Bianca era mi familia y...