8 La verdad oculta de la verdad.

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Mack

Estaba caminando por las calles, milagrosamente mi madre me dejó salir sola. Bueno, en realidad le dije que me encontraría con una  amigas, pero es lo mismo.

Me detuve en una tienda de libros y en el reflejo del cristal vi a Josh Reyn al otro lado de la calle. Creí que estaba soñando, así que seguí mi camino sin voltear a ver. Sentía que alguien me seguía, y sólo una vez miré atrás, y vi una sombra que se escondía atrás de un edificio. Doblé en un callejón un poco estrecho, no era el mejor lugar para ver si me seguían o no, tal vez era un secuestrador o algo parecido y yo de tonta creyendo que era ese tonto chico que lo único que sabe hacer es acosarme.

Cuando me dí la vuelta para enfrentar a quien sea que me estaba persiguiendo, casi choca contra mi y tuve que retroceder para no perder el equilibrio y caerme.

Cuando por fin pude ver el rostro de quien me seguía, era ese tipo. Reconocería ese cabello negro rizado donde fuera. Josh. Me enfadé y me crucé de brazos.

─¿Por qué me estabas siguiendo?─dije, más molesta de lo que pensaba.

Él levantó las manos y dijo:

─Oye que vayamos en la misma dirección no es culpa mía.

─¿Que yo este en la cafetería, en mis clases, en la calle y tú estés siempre en los mismos lugares y te quedes mirando como un pedófilo no es culpa tuya?─dije sin pensar, sólo quería estar sola y con él eso era imposible.

─¿Como un qué?─dijo incrédulo.

─Como un...─vacilé, no iba a decir eso de nuevo, ya me sentía mal con habérselo dicho por accidente y no pienso cometer el error de convertirme en la odiosa, el odioso es él.─No has respondido mi pregunta ¿Por qué estas acosándome?─de eso no me arrepiento en decirlo.

─En realidad, tu pregunta era ''¿Por qué estas siguiéndome?'' ─dijo con voz chillona─y yo ya te di mi respuesta.

─Deja de hacerte el tonto.─dije aún mas molesta.─¿Jamás te han hablado del espacio personal acaso?

─De hecho, si.

─¡Entonces vete y déjame sola!

─Creo que la que debería dejar de acosar a alguien eres tú.

─¿Yo?

─Si, tú. Siempre que voy para algún lado, tu también y en especial cuando voy a la cafetería. Parece que no se te ocurre comer a menos que a mi me dé hambre.

─¡Eso no es cierto!─grité.

─Y siempre volteas a verme en las clases. Entonces dime,─dijo acercándose más a mi.─¿Quién a cosa a quién?

Lo miré directamente a los ojos y por primera vez desde que llegó vi que eran muy claros, como esos ojos que cambian de color, pero los de él tenían un poco de gris.

─Si yo vine aquí,─dije un poco calmada.─a un callejón sin salida, qué haces aquí.

─Pregúntate a ti misma─dijo cada vez acercándose más a mi hasta que nuestros rostros están a unos centímetros de distancia.─ya que tú sacas tus propias conclusiones.

Me sentía un poco tensa y me costaba un poco respirar teniéndolo tan cerca. Estaba a punto de abrir la boca para responder cuando dio media vuelta, y se fue.

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