Palabras que atormentan

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        «A falta de esperança é sofrimento sem propósito».
       (La desesperanza es un sufrimiento sin sentido).

Ashley:
                             Lunes, 4 de enero del 2021
Querido diario :
A veces quisiera saber cuando pararán las discusiones en casa, cuando volveremos a ser la familia que éramos hace unos años atrás. Ya no quedan nada de las risas y esos momentos que compartía cada domingo con mis padres cuando pequeña. Siento todo tan lejano como si hace siglos hubiese sucedido. Somos unos hipócritas que actuamos delante de todos como si fuéramos la familia perfecta. En la vida real, nada es tan contradictorio con la manera que vivimos en casa que esa absurda imagen que hemos creado frente a todos.

La convivencia se ha convertido en un infierno que con el transcurso de los días solo se vuelve más asfixiante. El querer que todo se detenga,  poder desaparecer  al menos cinco minutos, se ha convertido en mi deseo más añorado. Todos los días me aferro a esa esperanza de que llegará alguien que me demuestre que debo hacerle caso omiso a todas aquellas palabras que constantemente me viven atormentando. Si soy sincera, sé que la única solución para poder salir de este profundo pozo de oscuridad depende de mí. Solo yo sé el dolor que palpita en mí al escuchar esas frases que mi madre me dice. Yo soy la única con la capacidad de acabar con esto. Algunas veces he querido mostrarle mi punto de vista pero todo es en vano. Nunca me escucha y solo hace que me rompa más, que me hunda tan profundo en ese pozo donde me encuentro. Las fuerzas para salir de este agujero oscuro, luchar, avanzar hacia la salida, la luz y la calma, ya son nulas.

Guardo mi diario en ese lugar que durante años se ha convertido en su escondite. Cierro los ojos con el anhelo presente de sumirme en un profundo sueño lejos de las voces de mis padres discutiendo sin cesar en el pasillo.

                                       ***

Suena la alarma y es momento de despertarme. Necesito terminar de recoger las pertenencias que me faltaron ayer por guardar en la maleta para la mudanza. Pues sí, como escuchan, hoy nos mudamos. Según mi padre es por un empleo que le ofrecieron y a la vez un cambio de aires que nos ayudará a dejar todo atrás y poder empezar desde cero, pero, si soy sincera creo que nada cambiará.

—Ash... —dice mi madre desde el piso de abajo. Su voz resuena por todo el lugar.

—¡Ashley Evans, acaba de bajar que vamos a perder el avión! —grita con voz enojada, por lo que trato de bajar lo antes posible.

Termino de recoger algunos de mis libros, los guardo en la maleta de color lila que me había regalado mi padre en Navidad.

—Madre, ya voy — digo mientras termino de guardar mis neceseres de aseo.

Salgo de mi habitación con mi maleta tratando de no tropezar con los escalones. Sí, soy extremadamente torpe.

Al llegar a la sala me encuentro con mi padre y mi madre esperándome con sus equipajes y todas las cajas de mudanzas con nuestras pertenencias en su interior.

—Llevamos varios minutos esperándote, no tenemos tiempo que perder —dice mi madre con un matiz de enojo filtrándose en su voz.

—Estaba…

No he concluido la oración cuando ella comienza a caminar hacia la salida con algunas de sus maletas. Busco la mirada de mi padre encontrándome con dos orbes cafés observándome con cariño.

—No le hagas caso, hija. Solo está nerviosa por todo lo del viaje —dice mientras se acerca a cargar mis maletas—. Todo irá bien, verás que todo mejora, pequeña —murmura antes de encaminarse hacia la puerta.

El día en que te conocí  (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora