Capítulo nueve

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JingYi cayó de rodillas al suelo. Intentó respirar con todas sus fuerzas. Le ardía el pecho pero más le ardían y dolían las manos.

—Me duelen —susurró en un sollozo fuerte—. Me duelen —repitió.

Entre el dolor también había algo de alivio. Acababa de escuchar que finalmente era el momento de dejar de correr. Lo habían logrado. Estaban a salvo, eso significaba, pero...

—Me duelen las manos —lloró más fuerte, desesperado.

Todo había sido un desastre. Se había insistido que fuera el primero junto a Wen Ning en cruzar el manantial. Él se había negado, él quería pasarlo junto a SiZhui, de hecho, hasta había chocado sus labios en medio de aquel desastre para demostrarle que no se iría. Pero él era un Omega y cuando el líder de la manada comandó, debió aceptar.

No hubiera sido tan malo si delante suyo Wen Ning no hubiera tropezado y casi caído al hirviendo debido a que era zona volcánica, algo de lo que se percató en ese justo instante. No podía dejar que el hombre cayera junto a su bebé y estiró sus manos y lo ayudó, sin darse cuenta que había toca aquellas aguas. En ese momento no lo sintió, pero cuando pasaron y la adrenalina acabó y SiZhui corrió junto a él sí. Miró sus manos. Rojas. Se había quemado.

Unas manos de piel suave acariciaban su rostro.

—¿Bebé? —Era SiZhui.

—Me quemé las manos —logró decir, con el cuerpo temblando y sin poder parar de llorar.

—¿Las manos? —preguntó SiZhui y las vio—. Oh, mierda.

***

Wei WuXian agradeció a su compañero cuando le alcanzó algo de ropa y unas cuantas hierbas medicinales antes de mostrarle el camino que Wen Yao le indicó.

—Por aquí llevaron a JingYi. Podremos curarlo.

—Lan Zhan, eres el mejor. ¿Estás seguro que no estás herido?

Wei WuXian podría preocuparse por el resto, pero en su pirámide de prioridades, siempre estaba Lan Zhan.

—Seguro.

Sin embargo, Wei WuXian lo inspeccionó. Le decía la verdad, sólo entonces logró respirar aliviado y se acercó para curar las heridas de Lan JingYi. Notó a SiZhui no separarse de su lado y sonrió.

—No son graves, tranquilo A-Yuan —susurró a su hijo. SiZhui asintió.

—Gracias.

Habían llegado al sistema de cuevas de respaldo. Al llegar, tres Omegas se encontraban allí muy asustadas. Wen Ning las ayudó. SiZhui se quedó con JingYi y Wei WuXian se acercó a Lan Zhan, caminando para ver las condiciones del lugar. Encontraron varios armarios bastantes precarios. Los revisaron. Muchos estaban vacíos y los que no solo contenían cosas rancias. Wei WuXian encontró un paquete de galletas totalmente molido.

Fueron una vez más a la entrada a este nuevo complejo de cuevas. Lo que quedaba de ella al otro lado del manantial.

—¿Cuánto tiempo ha pasado Lan Zhan? —Preguntó Wei WuXian.

—Una hora. No llegará nadie más.

Wei Wuxian se abrazó a sí mismo.

—Xue Yang, Wen Qing, XingCheng, Ye BaiYi... faltan unos Omegas —respiró hondo.

—Ellos van a estar bien, Wei Ying. Tenemos que terminar de tapar esta entrada. Evitar toda posibilidad de que nuestro olor pueda percibirse.

Wei WuXian lo sabía.

1 Serie: Lobos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora