Capítulo Diez

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SiZhui deslizó una de sus manos por el hombro de JingYi y después siguió por su brazo. JingYi rodó medía vuelta y quedó boca arriba, una invitación que SiZhui aceptó colocando sus rodillas a cada lado de su cintura y besándolo en la noche. Después, las manos de SiZhui viajaron hasta el borde de la prenda superior de JingYi. La yema de sus dedos tocó aquella piel suave.

JingYi gimió.

—Suave, tus manos son tan suaves —susurró—. Me gustan.

SiZhui tuvo la urgencia de tocarlo por todos lados. Lo hizo, sus manos subieron por el pecho, acarició allí, sacando otra serie de gemidos de JingYi, más fuertes esta vez.

El olor, su esencia impregnaba la habitación alteraban a su Alfa. Arrinconó su rostro en su cuello. Aspiró, embriagándose de aquel olor que lo volvía loco. Todo el cuerpo le palpitaba de excitación.

Refregó su entrepierna, chocando la excitación de JingYi.

—¿Puedo? —Ppreguntó SiZhui,

—Sí, sí.

Entonces, SiZhui lo besó de forma salvaje. JingYi lo recibió con la misma intensidad. Sus lenguas se entrelazaran y mientras tanto ambos se desvestían. JingYi entonces se sacó las prendas inferiores con desesperación.

Esa noche, sus cuerpos se fundieron, jugaron uno con el otro hasta que se sacudieron juntos del placer.

***

Wen Qing había llegado y arrastrado a la pareja cuesta arriba de una montaña, para cuando los primeros rayos del sol salieron ya habían logrado llegar a una cueva que Xue Yang estuvo seguro la mujer había encontrado con anterioridad. Allí, la Alfa se transformó en humana y mirando a Xingchen le preguntó:

—¿Estás bien? Lamento haber tardado, pero no encontraba donde esconderte. Aquí no llegará la luz del sol —dijo, tomando una manta y tapándose—. Terminé de explorar. Tengo un plan.

Ella tomó una varilla del suelo y estaba por ponerse a dibujar contra el suelo cuando su mirada fue a Xue Yang y lo vio doblando contra su estómago.

—¿Qué sucede? —pero antes que terminara de hablar, Xingchen ya estaba allí. Wen Qing tragó.

—Estoy bien —respondió el Beta—, solo... quiero sentarme —Wen Qing apretó sus puños. Maldito beta orgulloso—. Explica por favor —le pidió una vez que se sentó.

De repente, ella solo quería mandarlo a dormir, pero respiró hondo y apoyó la vara sobre la tierra.

—Estamos aquí —dibujo un punto sobre el suelo—. El sistema de cuevas de evacuación está por acá —dibujó una X mucho más adelante—. Deben haber unos 10 kilómetros, sin embargo, aparte de la entrada que perdimos, la otra está a 20 kilómetros por acá —dibujo una cruz más grande—. Dada las condiciones en las que estamos, la mejor manera de llegar allá es como se transportan los humanos comunes. Vamos a robar un camión de carga. Aquí —dibujo una R lejos del círculo—, hay una autopista. Está a unos 10 kilómetros. Lo haremos por la noche, obviamente. Ahora duerman todo lo que puedan.

Ni Xue Yang ni el vampiro interrumpieron, lo que solo significó que habían entendido la razón del plan. 30 kilómetros no llegarían jamás antes del amanecer en las condiciones en las que estaban. Ir en un camión les proporcionaba un medio para viajar con Xingchen de día, y un medio que hacía que Xue Yang no se expusiera a más actividad física riesgosa con su embarazo. Wen Qing estaba segura que robar un transporte humano no sería difícil. Lo único que deberían evitar era el encuentro con cazadores. Respiró hondo antes de volver a su Lobo y enrollarse sobre sí misma y dormir.



*** 


Jin GuangYao estaba enojado. Irradiaba ira por donde se lo mirase. No solo JingYi se le había escapado de sus manos. No. Sino que resultó que XiChen y su hijo no eran los últimos Lan con vida. No. Había otro. Otro que había dado por muerto todo este tiempo. Lan WangJi, el hermano menor de XiChen.

De los cazadores que llevó consigo, 4 fueron eliminados. Y 6 los mató él mismo por no haber logrado nada.

1 Serie: Lobos y VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora