—Te lo advierto, Harry. Basta de escándalos. Si tu familia continúa apareciendo en las revistas de cotilleos, no nos quedará más alternativa que llevar nuestra cuenta a otra parte. Los artículos han llegado hasta Italia. Incluso sorprendí a Ariana leyéndolos. ¡Mi propia hija!
Harry Styles inclinó la cabeza.
—Lo entiendo, Vittorio. No sabemos por qué The Snitch ha lanzado esta campaña contra Styles. Pero te prometo que pretendo ponerle fin, sin importar lo que haga falta. Apreciamos los negocios que realizamos juntos y, ahora que pensamos volver al mercado europeo, esperamos poder volver a contar con vuestro patrocinio.
Vittorio acompañó su expresión de vago pesar con un expresivo encogimiento de hombros.
—Disfrutaría viendo los nombres de Styles y Romano unidos una vez más. Pero somos muy celosos de nuestra intimidad. Elegimos nuestras alianzas con sumo cuidado —adrede pasó a hablar en italiano para recalcar sus palabras—. Si deseáis tener nuestro apoyo para vuestra expansión europea, debéis ocuparos de este problema.
Harry asintió. Por desgracia, años atrás, poco después de la muerte de su padre, habían perdido el respaldo de los Romano. Después de aquello, Styles había estado al borde de la quiebra, y habría caído de no ser por su hermano Severo, quien había asumido las riendas del imperio joyero de la familia nada más salir de la universidad. Durante el primer año en el puesto, se había obligado a reducir drásticamente el tamaño de la corporación.
Poco a poco, durante la última década y bajo la brillante dirección de Sev, Styles había llevado a cabo un impresionante resurgimiento y en ese momento se hallaban a punto de recuperar su puesto mundial como joyeros de primer rango. Al menos así sería si recuperaban el mercado europeo que habían perdido. Y él estaba dispuesto a asegurarse de que sucediera.
Para dicho éxito era básico que recobraran a los Romano, algo para lo que había trabajado inagotablemente durante el último año. Estaban considerados la realeza italiana y Harry tenía la intención de que Europa siguiera a Vittorio y a Ariana hasta la puerta de Styles.
Los Romano anhelaban los gloriosos diseños que ofrecían los Styles, diseños que contenían las gemas más finas disponibles en el mercado, incluidos los diamantes de fuego que sólo ellos podían aportar. Pero los querían sin ningún escándalo añadido. Y gracias al tipo de rumores que le gustaba lanzar cada semana a la revista The Snitch, sumado al interés que mostraba en ese momento por los cuatro hermanos Styles, Harry había llegado a un punto muerto con Vittorio Romano.
Le dio una palmada en el hombro a Vittorio.
—Considéralo hecho. Nos ocuparemos de la revista y después estaremos encantados de poder satisfacer cualquier necesidad que tengáis —extendió la mano—. Gracias por venir a San Francisco. Lamento que Ariana no te acompañara en este viaje. A mi familia le habría encantado conocerla.
—Mi Ariana es adorable —Vittorio sonrió—, ¿verdad? —estrechó la mano de Harry—. La próxima vez que esté en San Francisco, insistiré en que me acompañe.
—Haremos una reunión familiar.
—Eccellente. Sera un auténtico placer. Tengo entendido que Severo se ha prometido con la diseñadora que acabáis de contratar. ¿Francesca Sommers? Por favor, transmítele a la pareja mi más sincera enhorabuena.
Con esas palabras, se marchó con andar vivaz hacia las enormes puertas de cristal tallado que agraciaban la entrada de las oficinas Styles en San Francisco, y mantuvo una abierta para una mujer que entraba en el edificio. Antes de salir le ofreció un gesto cortés de asentimiento con la cabeza y una sonrisa. Pero Harry ni notó la marcha de Vittorio. En cuanto sus ojos se posaron en esa mujer, se quedó clavado donde estaba. Todos los pensamientos volaron de su cabeza y fueron reemplazados por una demanda susurrada como nunca antes había experimentado.