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Harry sintió una furia ciega. Luchó para no hacerle a su hermano algo tras lo cual uno de ellos no sobreviviera para lamentarlo. ____ era su esposa. Suya. Lazz no pintaba nada tocándola y así se lo explicaría con un idioma que su hermano no pudiera malinterpretar.

—No seas ridículo —dijo ____.

Le dedicó una mirada fugaz.

—No. No te comportes como si la culpa fuera mía cuando entro y te descubro en brazos de mi hermano —trasladó la atención a su gemelo—. Por algún motivo realmente irritante, sigues tocando a mi esposa.

Maldiciendo, Lazz alzó las manos y dio un paso atrás.

—¿Estás satisfecho ya?

—No lo estaré hasta que te haya arrancado de la cara parte del parecido que compartimos.

—¿Para que ____ pueda diferenciarnos? —Lazz contuvo una carcajada—. Créeme, no está en absoluta confundida en ese campo.

—Creo que me cercioraré de que así sea —cerró las manos con fuerza.

____ se interpuso entre ambos, siendo ése el sitio que menos le correspondía.

—¿Podríamos bajar un poco el nivel de testosterona, por favor? Lazz, no estás ayudando nada. Harry, hay una explicación muy simple para esto.

—¿Cuál es?

—Bueno...

Miró a Lazz con una ceja enarcada, pero él negó con un gesto de la cabeza. Un destello de irritación pasó por la cara de ella, aunque no pudo compararse con la irritación de Harry al ver que necesitaba la aprobación de su hermano para explicar la situación.

—No puedo contártelo —esa declaración logró disparar el mal humor de su esposo—. Pero te aseguro que es algo estrictamente laboral.

—¿Lazz con los brazos a tu alrededor era algo estrictamente laboral? —luchó por frenar su cólera—. ¿Algo «estrictamente laboral» fue lo que te hizo llorar?

—Eso fue... —titubeó—. Eso fue por otra cosa.

—Creo que es el momento de que aclare las cosas —intervino Harry—. Por si quedan algunas cuestiones flotando en el aire.

—Harry...

La cortó con un movimiento de la mano.

—No, esto hay que decirlo. La herida no podrá sanar hasta que se extraiga el veneno —se volvió hacia su hermano—. Por si te perdiste el anuncio, ____ y yo estamos casados ahora, Lazz. Nos encontramos en proceso de construir una vida juntos, y no dejaré que nadie, y menos mi propio hermano, quite siquiera un solo ladrillo de lo que ____ y yo nos hemos afanado por levantar. No debes volver a interferir en nuestro matrimonio. ¿He sido claro en este punto?

Harry observó en las facciones de su hermano la guerra que libraba por dentro. Aunque entendía por qué le resultaba tan difícil a Lazz olvidar el tema, había que ponerle fin, en ese mismo momento y lugar. En el pasado jamás había tenido que cuestionar la lealtad y el apoyo incondicionales de la familia. Quería recuperar esa certeza y no tener que vigilar su espalda por la posibilidad de que alguien quisiera clavarle un cuchillo.

Aguardó la respuesta de Lazz. Aguardó que saliera el veneno al que se había dado demasiado tiempo para propagar su infección. Y al final estalló en oleadas desordenadas.

—Me la quitaste. ¡Le mentiste! —lo acusó Lazz—. Fuiste tras ella como un ladrón en la noche y la engañaste para que se casara contigo. Debería tener la elección de dejarlo, si así lo quiere.

Harry inclinó la cabeza.

—Estoy de acuerdo. Pero lo que no entiendes, lo que te empeñas en ignorar, es que siempre ha tenido la elección de marcharse. No obstante, se queda conmigo. Hay una razón para ello, Lazz. Y esa razón es la causa por la que debes hacerte a un lado —dejó que asimilara su comentario antes de agregar—: Nunca fue tuya. Intentaste convencerte de lo contrario, trataste de atarla a ti. Pero desde el instante en que la viste, ya fue demasiado tarde.

El Infierno 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora