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Ese simple comentario y las terminaciones nerviosas de ____ cobraron vida con una intensidad que la aturdió. Eran las mismas palabras que había pronunciado cuando se conocieron en Styles. ¿Cuántas veces habían hablado desde entonces? ¿Cuántas veces habían estado juntos, aunque en otros entornos menos románticos? Sin embargo, esa simple frase consiguió descolocarla.

Quizá tuvo que ver la voz. Sonaba más profunda que las otras veces. Más ronca y apasionada, y transmitía un deseo evidente. Todo su instinto respondió a esa orden muda, instándola a ir hacia él. A rendirse. A entregarse tan completamente como sólo una mujer podía.

Avanzó un paso. Ese era el hombre al que había conocido semanas atrás. El hombre que la había sacado de su sueño y encendido emociones que nunca había llegado a imaginar que poseía.

—¿Dónde has estado? —le preguntó.

Salió de las sombras y se acercó.

—¿Importa? Ahora estoy aquí —extendió la mano—. He de hacerte una pregunta.

Ella no vaciló y le tomó la mano. «¡Sí!», susurró una vocecilla en su cabeza, reconociendo la perfección de ese contacto. Y lo que le resultó aún más notable fue el torrente de deseo tan poderoso que le impidió pensar con claridad. Se sintió eufórica. Ahí estaba el hombre perfecto para ella, un hombre que reflejaba sus propios ideales. Pragmatismo. Seguridad. Éxito. Y un atractivo poderoso. Los cimientos básicos para una relación próspera.

—¿Qué me querías preguntar? —logró decir.

—¿Confías en mí?

Si no hubiera hablado con esa intensidad, ____ se habría reído.

—Claro que confío en ti.

—Entonces, bésame.

Pudo más la curiosidad que la seductora tentación.

—No entiendo. ¿Qué te pasa?

—Intento aclarar algo. Demostrar que lo que sentimos cuando nos tocamos por primera vez fue real. Que la fantasía puede convertirse en realidad. Que eres una mujer que merece perder la cabeza, no sólo esta noche, sino todas las noches.

Ella sintió que palidecía.

—Lo oíste. Estabas en tu oficina al mediodía. Escuchaste lo que Britt y Angie dijeron —Dios, lo que ella misma había dicho... que esperaba al Zorro—. Nos oíste, ¿verdad?

Él inclinó la cabeza.

—Sí.

—Lo siento. Yo...

—No te disculpes. Era importante que yo lo supiera.

Lazz cerró la distancia que los separaba y detuvo sus palabras con un movimiento fácil. Bajando la cabeza, le enmarcó la cara entre las manos y la besó. Y con ese beso la envió dando vueltas a un sitio en el que nunca antes había estado.

En las últimas seis semanas la había besado muchas veces, pero ninguna se había parecido a eso. El primer contacto fue lento y delicioso, un deslizamiento de labios mezclándose con un susurro de la lengua, combinado con una sensualidad que derretía los huesos y que Lazz le había mantenido oculta hasta ese momento. Exhibía toda la novedad de un primer beso, lo que le resultó tan extraño y desconcertante como encantador.

Se hundió en el abrazo, abriéndose a él y estableciendo un ataque y contraataque que le causó una deliciosa fricción por las venas. Se preguntó por qué había titubeado todas esas semanas. Eso era lo que deseaba. Lo que necesitaba. Si la hubiera besado con esa dulce energía desde el principio, tal como había esperado por el primer encuentro, habría caído en su cama en la primera cita.

El Infierno 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora