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Había planeado contarle a Harry lo sucedido en el instante en que cruzara la puerta. Explicarle por qué lo había hecho. Pero cuanto más tardaba en llegar a casa, menos quería confesar sus pecados.

Las acciones de ese día, a pesar de que había tratado de justificarlas por el bien de los Styles, dañarían su relación con Harry, quizá de forma irreparable. Podía indicarle que había intentado elegir el menor de dos males, pero la verdad era que había cometido errores importantes a lo largo del camino, como ver a Britt a solas.

Y lo que era peor, le había hablado sobre el Infierno. ¿Entendería Harry que había revelado la información con la mejor de las intenciones? ¿Comprendería que había tenido un plan al hacer dicha revelación?

¿O pensaría que había antepuesto a una amiga a la lealtad a la familia, que las dudas que albergaba hacia el Infierno la habían llevado a ser indiscreta?

De pronto se dio cuenta de que eso no significaba que tuviera que contarle lo que había hecho en cuanto entrara en casa. La noche aún podía ser de ellos. Sólo debía guardar silencio hasta el día siguiente.

Oyó la llave en la cerradura y al rato su presencia llenó el piso en cuerpo y espíritu, desbordándole el corazón.

—¿Por qué estás a oscuras? —dejó las maletas dentro y cerró la puerta con el pie—. ¿Cara? ¿Sucede algo?

—No —no podía hacerlo. No podía ocultarle lo que había hecho—. Sí.

Lo tuvo a su lado antes incluso de que las palabras hubieran abandonado sus labios. La rodeó con los brazos y, simplemente, se fundieron. Con un simple contacto le volvía su mundo del revés y convertía todo lo racional y seguro en un caos remolineante. Y con el siguiente contacto hacía que el mundo volviera a estar bien, la hacía comprender que su sitio era ése, próximo al corazón de él.

Se obligó a soslayar el anhelo que la embargó y a contarle lo que había hecho.

—Hoy ha sucedido algo y necesito hablarlo contigo.

—Para —la calló con un dedo en los labios—. He estado fuera una semana. Lo primero es lo primero.

Le tomó el rostro entre las manos y se lo alzó para un beso. Con un gemido suave, se abrió para él. Al menos en ese apartado, cuando se unían de esa manera, estaban perfectamente sintonizados. Deseó que pudiera ser suficiente. Con un suspiro de pesar, giró la cabeza.

—Necesitamos hablar primero. Luego podemos tener sexo —siempre y cuando todavía Harry quisiera.

—No.

—¿No? —lo miró sorprendida

—No, maldita sea. No es sólo sexo y tú lo sabes. Siempre ha sido mucho más.

—El Infierno.

—¿Tanto te cuesta aceptarlo?

—Es gracioso que lo menciones. Yo...

Le tomó la mano y unió sus palmas.

—Dime que no sientes eso.

____ cerró los ojos. El calor le invadió el centro de la mano, penetrandola y extendiendo el deseo por todo su cuerpo.

—Eres tú. Sólo tú.

—Algún día admitirás la verdad.

—Harry...

—Luego. Ahora mismo te voy a demostrar que te equivocas. Y si no lo ves, volveremos a empezar.

La alzó en vilo y la llevó al dormitorio. Abrazados, cayeron juntos sobre el colchón. Le mordisqueó el labio inferior antes de seducirla con besos lentos y embriagadores.

El Infierno 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora