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Seis semanas después.

____ ocupó su lugar habitual ante una amplia mesa de cristal ahumado, uniéndose a las dos mujeres con las que había formado una rápida amistad en el transcurso de las seis semanas que llevaba trabajando en Styles.

Siempre se reunían para comer a la misma hora y en el mismo lugar gracias a Lazz, quien había sido lo bastante generoso como para ofrecerles el uso de una pequeña sala de conferencias conectada a su despacho.

En cuanto estuvieron sentadas, Britt se pavoneó y exhibió un deslumbrante par de pendientes de diamantes.

—Miradlos. Son exclusivos de Styles. ¿No son maravillosos?

—¿Quién te los ha dado y cómo conoces a alguien así? —quiso saber Angie.

—Yo misma los compré —confesó Britt con un leve deje de ostentación—. Llegué a la conclusión de que sería la única manera de que alguna vez llegara a tenerlos.

—¿Con el sueldo de quién? —cuando Britt sólo hizo una mueca, Angie lo dejó estar y las miró con entusiasmo apenas contenido—. Bueno, yo tengo una noticia. No os vais a creer lo que ha llegado a mis oídos —miró brevemente hacia la puerta que daba a la planta ejecutiva para confirmar que la habían cerrado antes de girar la cabeza con cierta incomodidad hacia el umbral que conducía al despacho de Lazz, apenas a unos pasos de la mesa—. Quizá no debería comentar nada aquí.

—Lazz se ha ido a comer con su hermano Nicolo, si eso es lo que te preocupa. Yo misma hice la reserva —la tranquilizó Britt—. Nadie puede oímos.

—De acuerdo —aun así, bajó la voz—. Escuché algo interesante en Styles Exclusive.

____ sabía que se refería a la selecta sala de exposición a la que únicamente se podía acceder por invitación, que servía a la élite particular. Dos décadas atrás Angie había empezado allí como vendedora, antes de ir ascendiendo de forma constante en la rama de venta al por menor de la empresa.

—¿Quién apareció en esa ocasión? —preguntó ____. Había olvidado dejar sus gafas de lectura en la oficina y se las subió para sujetarse el cabello—. ¿Alguien del negocio del espectáculo, de las finanzas o de la realeza?

Britt ofreció una sonrisa felina.

—Apuesto a que yo lo sé.

Angie rió.

—Como tú eres su asistente personal, yo también lo apuesto.

____ parpadeó sorprendida.

—¿Habláis de Lazz? —cuando Angie lo confirmó con un gesto de la cabeza, frunció el ceño desconcertada—. ¿Y por qué es tan raro que aparezca por allí?

Angie calló antes de lanzar su próxima bomba.

—Quizá porque buscaba anillos de compromiso.

Las dos miraron a ____ con amplias sonrisas mientras ella permanecía en un silencio aturdido, frotándose la palma de la mano.

—No. No podéis pensar que...

—No sólo lo pienso, sino que apuesto una cena en Le Premier.

—Pues para mí es perfectamente lógico —aportó Britt—. Los dos habéis congeniado desde el principio. Además, os parecéis mucho. Ambos sois pragmáticos, lógicos. Por no mencionar que sois unos genios de las finanzas. Yo tengo que esforzarme al máximo para poder seguirlo. Pero vosotros dos... Siempre que estáis juntos, es como si hablarais de forma taquigráfica. Es como si ya fuerais una pareja casada.

Angie hizo una mueca.

—Haces que suene tan aburrido... No es así, ¿verdad, ____? —frunció el ceño—. Quiero decir, hay romance, ¿no? Entusiasmo. Dale esperanza a una mujer mayor. Dime que hay romance y entusiasmo, aunque sea mentira.

El Infierno 02Donde viven las historias. Descúbrelo ahora