Pasó una semana hasta que ____ recordó otra cosa que había encontrado en la condenada caja de documentos personales. En cuanto lo hizo, fue directamente al despacho de su marido.
—Harry, hay algo que debes saber. Algo importante —le ofreció una sonrisa de disculpa—. Te lo habría dicho antes, pero...
Divertido, él enarcó una ceja.
—¿Has estado un poco distraída?
¿Cómo no estarlo después de la semana maravillosa que habían compartido?
—Sí —se mordió el labio inferior.
—Pero antes de centrarnos en los negocios, tengo un regalo para ti —extendió un estuche que había envuelto en persona—. Una advertencia: resplandece.
—Oh, Harry, no tienes que comprarme joyas.
—Te compraré joyas —le aseguró—. De hecho, tengo la intención de cubrirte con diamantes de fuego. Pero esto... es diferente.
Sin decir otra palabra, lo aceptó. El peso la sorprendió y lo abrió, sacando un estuche de terciopelo. Después de alzar la tapa, observó el contenido y comenzó a reír. Le había comprado un precioso pisapapeles de cristal. Y flotando en su interior, como centelleantes burbujas diamantinas, estaban todas las joyas Styles que habían sido de Britt. Abrazó a su marido y lo besó.
Él le tomó la boca con una serie de besos profundos y prolongados. A ____ le pareció maravilloso, ya que no quería contarle que había encontrado pruebas de que los Styles quizá no fueran los únicos propietarios legales de la mina de diamantes de fuego.
Más tarde. Más tarde le hablaría de los hermanos O'Dell, los dueños originales de la mina. Y le contaría la posibilidad de que la nieta de Cameron O'Dell, Kiley, pudiera tener un derecho legítimo a la mitad de la mina. O quizá pusiera a Nicolo en el caso. Después de todo, él era el solucionador de problemas de la familia, no Harry.
Su marido apartó la cara con una sonrisa traviesa.
—Bueno, ¿qué sucede?
—Nada importante —lo abrazó con más fuerza y alzó el rostro para recibir otro de sus embriagadores besos—. Al menos, nada tan importante como esto.
La expresión de él se suavizó y sus palabras fueron lo último que ____ oyó antes de caer en el futuro dorado que se extendía ante ella.
—Nada será jamás tan importante como lo mucho que nos amamos.
Fin.