Capítulo 7

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Realmente extraño a Wendy.


-¿Dónde estoy? — Le pregunto al automóvil.

- Zona Oriente, de Londres. — Me responde la voz robótica. — En 5 minutos llegaremos a nuestro destino. Han pasado 40 minutos de recorrido. La falla fue arreglada antes de lo esperado.

Miro hacia afuera.

- ¿Qué ha ocurrido aquí? — Le pregunto.

- Lo siento, pero no tengo esa información disponible en este momento. — Me responde.

Todo afuera se ve destruido, hay cráteres, edificios desmoronados, ruinas y un extraño humo oscuro rondando los escombros.

Entro en un túnel oscuro con unas luces en la parte de arriba, empiezo a bajar hasta que el taxi se encuentra con una autopista subterránea y cientos de autos más la recorren a toda velocidad. El carro en el que voy se integra a las filas de máquinas flotantes. Saco de mi bolsillo el rectángulo de cristal que me dio Margaret en el hospital; no es una tarjeta, es un IPhone, no muy grande y transparente; empiezo a utilizarlo, editarlo y juego un momento, hasta que el taxi se detiene y me dice: <<Hemos llegado. Hasta luego, señor>>

-Gracias- Digo mientras me bajo con Carl. Por poco olvido que existía.

Me distraigo un par de segundos viendo un cuadro en el mosaico del piso, el cual estaba fuera de su lugar.

Al levantar la mirada, ese edificio rojo en espiral, que casi podría tocar el cielo, era mi nueva casa, así, sin más. Me encantan los lugares altos, donde pueda estar lo suficientemente lejos del caos, la gente y el ruido, para poder leer en paz.

La puerta principal se abrió, entré con mi robot y pasé hasta el ascensor más próximo como si fuera invisible; el botones pasaba con maletas; la recepcionista ni se inmutó por mi llegada; como si yo no estuviera ahí viéndolos a todos con cara de asombro.

Dije al ascensor que me llevara a... mi habitación, supongo. No recordaba cuál era. El aparato despegó, en un rato se detuvo en el piso 215, en un pasillo con muchas habitaciones y al fondo una ventana grande. Camino a través de él y al final, veo una silueta de alguien, una chica delgada con el cabello rojizo rizado, ondeando; ella voltea a verme: se ve tan segura, tan fuerte, tan... hermosa; pero lo que está a punto de hacer la vuelve tan estúpida. Me mira fijamente con sus ojos azules y una gran lágrima se resbala por su rostro.

-No, espera. Ven. -  Le digo tratando de calmarla mientras me acerco.

Pero ella se arroja al mundo; para que la reciba, para que la soporte.

Voy corriendo hasta la ventana, cierro los ojos de dolor e impresión, y empiezo a llorar, me agacho. Cuando levanto mis párpados de nuevo, el cuadro del mosaico está de nuevo en su sitio, tan impecable como debió estar siempre.

EL ROJO ES MI TIEMPODonde viven las historias. Descúbrelo ahora