Salgo del hospital dos horas después, a las 3 de la tarde, y me dirijo hacia mi departamento con Carl; a quien trajeron desde mi casa para que estuviera de nuevo conmigo. Entro al elevador y subo al piso 215, habían dos maletas pequeñas al fondo del pasillo; empiezo a caminar un poco más rápido y me paro enfrente de la puerta del departamento 15M, y ella estaba allí, cargando un bolso en la espalda, me mira y sus ojos se llenan de lágrimas y su rostro se ruboriza.
-Lo siento. - Me dice mientras sale disparada a recoger las dos maletas del piso a mi lado hacia el elevador. La persigo y entro antes de que se cierre la puerta.
- Dime algo.
- Me voy. - Responde, mientras una lágrima le acaricia su mejilla.
- De cualquier modo te seguiré.
- No. No quiero decepcionarte.
- Correré el riesgo. - Le digo mientras la veo a los ojos. - Dime algo.
- ¿Qué?
Un profundo silencio invade el lugar, el miedo nos amordaza a ambos.
-Incluso cuando lloras, te ves hermosa. -
En su boca se asoma lo que pudo ser una sonrisa. Me acerco a ella; unos diez centímetros de distancia. Se sonroja, pero esta vez su rubor no es de tristeza o de vergüenza, su rubor es de emoción; se ve el calor en sus ojos, su cabello se enciende frente a mí cual ocaso otoñal. La distancia (y las maletas) ya no es problema; mi mano se incrusta en su delicado cuello, mi mejilla siente su respiración acelerarse.
Las ventanas se cierran, la oscuridad se ilumina al contacto de los labios; su cintura se entorna en mi brazo, la armonía de dos bocas; dos cuerpos que parecen uno, dos más entre nuestras bocas se mezclan como el yin y el yang, con un dulce sabor a miel. Dos seres que vuelven a vivir, en un lugar donde el tiempo no existe, en un lugar donde el rojo de su cabello me envuelve, me invade; de repente ya no soy más, más que el rojo de las horas con ella.
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EL ROJO ES MI TIEMPO
Ciencia FicciónNo recuerdo casi nada de mi vida, solo sé que ahora debo viajar: y no precisamente en avión.