Al estar de nuevo frente a la puerta del espejo, me siento en el suelo; miro mi reflejo, no me veo tan mal: cabello castaño claro despelucado, ojos marrones; un poco de ojeras, nada de qué preocuparse, y por último ese aburrido atuendo azul. Después de esperar una hora, me voy a ver qué encuentro: odio esperar. Cerca de la Sala de Juntas, doblando un par de esquinas, encuentro de nuevo al ascensor, quien al parecer sería un buen amigo mío a partir de ahora.
Al entrar noto que hay un panel digital en una pared, con una especie de plano del edificio en 3D; le digo a la computadora que me lleve al último piso, y en más o menos 20 segundos estoy en el piso 98. Sin duda este es un hospital muy alto. Al salir, veo otra cantidad de pasillos, pero al lado del ascensor hay unas escaleras que van hacia arriba: justo lo que quiero. Mientras subo, veo que los escalones son muy brillantes, usualmente en este lugar todo es muy brillante; estoy muy emocionado de ver este supuesto mundo al cual, según unas personas desconocidas, no pertenezco. Al llegar a la cima: no hay nada; un letrero sobre la clínica no me deja ver. Pero al rodearlo, retrocedo un poco, la vista es magnífica, pero aterradora: muchos rascacielos se ven a lo largo; el metro pasa a poca distancia del edificio en el que estoy parado, se ven lagunas y fuentes relucientes en el suelo, entre las edificaciones; incluso el cielo se ve distinto a como lo recuerdo, es un celeste diferente: con manchas plateadas, si fuera de noche diría que son estrellas o algo así, pero no; se siente un aire muy limpio, muy normal para mi gusto. Lo que más me impresionó fue un lugar a lo lejos, cerca del límite de la ciudad, parecía un aeropuerto o más bien una plataforma de despegue: quiero ir ahí; pensé.
Mi brazalete vibró, dice que tengo que presentarme en la Sala de Juntas #3, ahora mismo. Odio que me den ordenes, pero en este momento supongo que no tengo alternativa.
Doy un último vistazo a mi futuro destino, bajo corriendo por las escaleras, entro en mi querido amigo y digo: nivel 65, sección B2; inmediatamente el ascensor baja y en un punto se detiene abruptamente para girar a la derecha, al parecer en este lugar los ascensores también van hacia los lados. Llego en un momento y al abrirse la puerta, la desabrida doctora Margaret está frente a mí.
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EL ROJO ES MI TIEMPO
Ciencia FicciónNo recuerdo casi nada de mi vida, solo sé que ahora debo viajar: y no precisamente en avión.