Prologo

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Harry Styles preveía los problemas del mismo modo en que preveía el matrimonio... una parte de pavor y dos de determinación para encontrar una vía de escape de ese desastre.

Sus dos hermanos, Sev y Marco, habían terminado por sucumbir a todo el proceso del matrimonio como los corderos iban al matadero. Pero él no pensaba hacerlo. Ya tenía suficientes problemas en su vida como para buscarse más.

Y en ese momento el problema tomaba la forma de ____ O'Dell.

—Necesitamos que estudies el asunto —le indicó su hermano mayor, Sev—. Según los documentos que descubrió Caitlyn, existe una clara posibilidad de que esa mujer pueda ser propietaria de una parte sustancial de la mina de diamantes de fuego de Styles.

Las implicaciones eran terribles y podrían causar interminables problemas al imperio joyero Styles, cuya fama se cimentaba en el atractivo de los diamantes de fuego. No podían encontrarse en ninguna otra parte del mundo y eran codiciados por todos, desde la realeza y los jefes de estado hasta el tendero de la esquina.

La expresión de Harry se ensombreció.

—Nuestra querida cuñada no debería haber metido la nariz en esos viejos papeles. No nos han traído más que aflicciones —enarcó una ceja—. ¿Es que Marco no tiene ningún control sobre Caitlyn?

Sev movió la cabeza disgustado.

—Realmente no tienes ni idea, ¿verdad?

—Probablemente sea el único que la tiene —apoyó una cadera sobre el escritorio de su hermano mayor—. ¿Qué sentido hay en ser tan seductor y encantador si no puedes emplear ninguno de esos atributos con tu propia esposa? La engañó para que se casara con él, ¿no? Y ahora que la tiene, lo menos que podría hacer es mantenerla alejada de los problemas.

Sev cruzó los brazos con expresión divertida.

—Sigue cavando ese agujero, hermano. Tu novia del Infierno estará encantada de enterrarte en él cuando la encuentres.

—Olvídalo —hizo un gesto cortante con la mano—. Por lo que a mí respecta, la maldición de la familia...

—Bendición —corrigió Sev.

—¿Bendición? Demonios, es más como una infección.

Sev ladeó la cabeza.

—Es una analogía interesante, aunque yo diría que el Infierno se parece más a una combinación.

Harry se permitió mostrar cierta curiosidad.

—¿Cómo fue cuando sentiste por primera vez el Infierno con Francesca?

—¿Admites finalmente que existe?

—Estoy dispuesto a reconocer que Marco y tú lo creéis —concedió a regañadientes.

—Y Primo.

—Nuestro abuelo es quien ha perpetuado la leyenda todos estos años. Ofrece una excusa conveniente para explicar el deseo, ni más ni menos.

—Ahora suenas como Lazz. Pero si eso fuera cierto, Caitlyn jamás habría podido distinguir entre Marco y Lazz, teniendo en cuenta lo difícil que es diferenciarlos. Sin embargo, eligió a su marido sin ningún atisbo de duda o titubeo. Y lo hizo en las circunstancias más extremas. ¿No bastó eso para convencerte?

Harry no pudo negar ese hecho. Ni racionalizar lo que había visto aquel día. Pero eso no significaba que fuera a permitir que Sev lo arrastrara a una discusión acerca de la veracidad del Infierno.

—Sigues sin haberme explicado cómo es.

Sev esbozó una sonrisa peculiar, con una mezcla de placer y satisfacción.

—La primera vez que vi a Francesca, sentí una atracción física, como si de algún modo nos halláramos conectados mediante un cable tenue. Cuanto más nos aproximábamos, más fuerte era la conexión. No dejó de crecer hasta que se hizo tan poderosa que me resultó imposible resistirla.

—¿Eso es todo? ¿Te sentiste físicamente atraído?

—Cállate, Harry —pidió con divertida impaciencia—. ¿Quieres saberlo o no?

—Algo pasa cuando os tocáis, ¿no?

—Una descarga.

—¿Cómo de electricidad estática? —preguntó su hermano.

—Sí. No —Sev hizo una mueca—. Es una descarga, sí. Pero en realidad no hace daño. Sorprende. Luego parece mezclarnos. Completar la conexión. Después de eso, ya está. No hay marcha atrás. Has quedado emparejado con tu alma gemela para toda la vida.

A Harry no le gustó nada cómo sonaba eso. Prefería tener opciones abiertas, una variedad de elecciones. En su puesto como encargado de solucionar los problemas de Styles, necesitaba su libertad para saltar de una oportunidad creativa a otra en caso de que surgiera dicha necesidad. No le atraía nada experimentar semejante pérdida de control.

El Infierno robaba ese control e imponía su voluntad en los sujetos remisos. Y aunque no le importaba ceder en ocasiones, detestaba el concepto de quedar sin poder y de que lo forzaran por un camino que no hubiera elegido él mismo.

—Bueno, con suerte, el Infierno será lo bastante inteligente como para dejarme en paz —comentó con ligereza—. Y ahora cuéntame qué has descubierto sobre ____ O'Dell.

—Nada.

Harry frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir con «nada»?

—Me refiero al asunto que apareció en The Snitch sobre quién es el propietario real de la mina de diamantes de fuego.

—Maldita revistucha...

—Ahora hablas como Marco —comentó Sev divertido—. No es que importe. Al parecer, esa O'Dell lee The Snitch —la diversión se evaporó—. Ha exigido una reunión para discutir la situación. Reunión que vas a organizar tú. Por desgracia, aún no hemos sido capaces de conseguir ninguna información importante sobre su pasado.

Harry lo miró consternado.

—¿Es que esperas que vaya a ciegas?

—No veo que tengamos otra elección. Escucha, simplemente entérate de qué quiere. Primo compró esa mina de forma honesta y cabal. Averigua por qué cree que su familia aún posee un derecho legítimo después de todos estos años. Luego gana tiempo mientras hacemos que la investiguen —la cara de Sev mostró toda su implacabilidad—. No tengo que decirte todo lo que nos arriesgamos a perder si el derecho de ____ O'Dell resulta ser auténtico.

—Styles se hundiría —afirmó Harry.

Sev asintió.

—Todo lo que nos hemos esforzado en reconstruir en la última década habrá sido para nada. Necesitamos averiguar qué prueba posee esa mujer de que es propietaria legítima de la mina y luego mantenerla felizmente ajena a ello mientras encontramos un modo de anularla.

La expresión de Harry se endureció.

—Entonces, eso haré.

—Harry...

—Entiendo lo importante que es esto —era el trabajo más delicado que jamás había abordado, a la vez que el más difícil—. Encontraré un modo de mantenerla en la ignorancia.

—Ve con cuidado. Su derecho puede ser auténtico. No queremos hacer nada que la ponga contra nosotros. Buscamos una resolución amigable, no una batalla encarnizada.

Harry movió la cabeza.

—Entonces, ella no debería haber iniciado esta guerra. Porque de un modo u otro, pretendo ganarla.

El Infierno 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora