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No fue nada fácil.

Requirió el esfuerzo conjunto de toda la familia y de Rufio encontrarla. Harry no recordaba haber pasado peores semanas. Y sabía que el único culpable era él. No había dejado de obsesionarlo la idea de que había permitido que se marchara en vez de detenerla.

Cuando el investigador le informó de que se alojaba en un hotel de mala muerte en el distrito de Misión, Harry maldijo para sus adentros.

—¿Qué diablos hace ahí?

—No lo sé. Quizá sea lo único que puede permitirse. Menos mal que al final usó una tarjeta de crédito, de lo contrario habría sido un infierno localizarla.

Cerró los ojos. Claro, se había ido sólo con lo que llevaba en el bolso. Quinientos dólares no podrían haberla mantenido cobijada y alimentada durante mucho tiempo, no en San Francisco. ¿Qué habría hecho de no haber tenido otra fuente de dinero? ¿Habría recurrido a él? Lo dudó.

—Vigila el motel en caso de que se marche —le pidió—. Llegaré en quince minutos.

—Será mejor que lo consigas en diez.

—¿Por qué? ¿Qué sucede?

—Nuestro viejo amigo, Ferrell, acaba de bajar de un taxi. Va hacia el hotel y parece decidido. ¿Quieres que lo intercepte?

—No a menos que haya problemas. No puede ser coincidencia que haya aparecido. Síguelo y llámame para darme el número de la habitación. Salgo ya.

Rufio lo volvió a llamar a los cinco minutos.

—Más buenas noticias —dijo la voz sombría del investigador—. Da la impresión de que ____ va a recibir otra visita.

—¿Quién?

—Por la descripción que me diste, deduzco que se trata de Lacey O'Dell. Rubia, ojos azules, baja. Se parece mucho a ____, salvo...

—Es más dura —aportó Harry.

—Yo diría que fría, si no pareciera furiosa. Si me gustara apostar, diría que tu esposa... perdón... que la señorita O'Dell ha hecho algo lo suficientemente grave como para irritar a su querida mamá.

—¿En qué habitación está ____?

—Doscientos nueve. Escaleras arriba, a la derecha. En mitad del pasillo de la izquierda. Me encontrarás cerca de la escalera. Puedo ver la puerta, pero no me encuentro lo bastante cerca como para oír algo. No deseo atraer demasiado la atención.

—¿Tendré algún problema para sortear la recepción?

—Como no estaba seguro del recibimiento que te daría, le entregué al encargado un billete con la foto de Benjamin Franklin. De pronto se ha vuelto sordo, mudo y ciego.

—Aguanta. Ya casi he llegado.

Unos minutos más tarde, aparcaba y entraba en el hotel. El soborno de Rufio había funcionado, porque el recepcionista ni siquiera alzó la cabeza, sólo le señaló una escalera con una moqueta gastada. Harry se encontró con Rufio en el pasillo, a unas pocas puertas de la habitación de ____.

—Es ahí —susurró, señalando—. Decidí que era mejor acercarme por si las cosas se ponían feas. Hay una discusión en marcha.

Más que una discusión. Harry pudo oír la voz alta y furiosa de Ferrell, al igual que la de Lacey. Y entonces oyó el grito alarmado de ____ y no se molestó con una llamada civilizada a la puerta. Abrió el panel hueco con una fuerte embestida del hombro.

Tardó un segundo en evaluar la situación. Ferrell y Lacey luchaban por algo que centelleaba con un fuego inconfundible. Un collar de diamantes. O, más bien, lo que quedaba de un collar. Y entonces vio a ____. Se hallaba en el suelo, con una mano apoyada en la mejilla, donde iba manifestándose una creciente magulladura. Llegó a su lado en un instante, la alzó en brazos y la alejó de la reyerta. No sabía quién la había golpeado ni por qué, pero alguien pagaría por haberle hecho daño.

El Infierno 03Donde viven las historias. Descúbrelo ahora