𝗡𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗩𝗲𝗿𝘀𝗶𝗼́𝗻
Narradora
Los presentes solo observaban como Dalia acomodaba sus pertenencias en el caballo que el albino le había ofrecido para su viaje hacía el templo que estaría en su espera para sus entrenamientos como futura cazadora de demonios. Las tres jóvenes intentaban no llorar y buscar la forma de convencerla para que su partida fuera al día siguiente junto a la luz del sol al correr mucho peligro a esas horas de la noche en donde podría encontrarse frente a frente con un demonio.
Eran conocedoras del potencial que tenía Dalia, que con sus habilidades podría defenderse sola, pero ante un demonio sería difícil y aún más al no controlar la nichirin, la única arma que le facilitaría su ejecución a diferencia de las otras.
—por favor, Dalia —rogo Hinatsuru en un vano intento de convencerla— hoy descansa y mañana inicias tu viaje
Dalia cerro sus ojos por momentos, tenía que irse. Debía irse. Sin importar cuanto suplicaran debía tomar su camino esa misma noche, no debía desperdiciar un solo minuto, además eso era algo que tarde o temprano iba a suceder. Volteo hacía las chicas, mirando a cada una a detalle permitiéndoles acercarse para el abrazo que tanto deseaban hacer.
—debo hacerlo
Aquel ligero susurro las tomo por sorpresa, provocando que la abrazaran más fuerte. La castaña era consciente que no sería una despedida de años, muchos que conozcan de esos entrenamientos también pensarían lo mismo y dirían que solo estaban exagerando, pero al haber convivido tan seguido durante dos años sería difícil para ella no visualizarla en algún lugar entrenando.
La escena que se mostraba era conmovedora para el albino que seguía en la distancia. Estaba sorprendido ante lo decidida que estaba la joven Bushida en irse cuanto antes e incluso presentía que esa estadía en el templo no sería tan duradera ya que al presenciar sus movimientos en primera persona sabía que ese entrenamiento lo cumpliría en pocos meses. Tampoco le sorprendería verla luego de un par de semanas.
Desde que la vio cruzar aquella puerta para presentarse ante él un inquietante sentimiento se adueñó de su mente. A sus ojos Dalia era una chica curiosa, tenía algo en ella que llamaba su atención, pero seguía sin descubrirlo lo que era. Quizas fue aquella aura tierna e inofensiva que ocultaba su potencial y de lo que era capaz, quizas el cómo odiaba amarrar su cabello o lo incomoda que se sentía con muchos adornos encima. Tal vez el tornar de sus ojos a uno más oscuro lo que le intrigaba.
Eran tantas cosas que no sabía cual era la verdadera.
—¿llevas el pergamino contigo? —la castaña solo asintió— ten mucho cuidado, la noche es muy peligrosa —ella volvió asentir, separándose de Suma para subir a su caballo— me preocupa que no tengas compañía en el viaje, pero confió en que sabrás como defenderte de cualquier peligro
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