El nacimiento de Nara Todoroki ocurrió en una tarde lluviosa de Junio, y cuando el doctor anunció su llegada al mundo, sus fuertes pulmones dejaron escapar el aire y un estruendoso lloriqueo hizo llorar a sus padres.
Por fin tenía a su bebé con ellos.
Pasada la tarde, en una habitación llena de flores y globos reposaba una linda bebé en los brazos de su padre. Con las manos hechas puños, los cabellos parecían ser una mezcla entre mechones rubios y blancos, sin mencionar que la piel de porcelana de los Todoroki se llevaba bien con las pecas doradas de los Takami, sus ojos en forma de almendra mostraban la fuerza de los genes Todoroki. La preciosa niña omitió un par de sonidos antes de acurrucarse en el pecho de su padre.
—Es hermosa —Afirmó Keigo mientras paseaba su pulgar por las lindas mejillas regordetas.
Touya agradecía a cualquier Dios en la tierra, de que su futuro esposo mantenía los ojos en su hijo, porque, de lo contrario, vería la sonrisa estúpida y los ojos llorosos en la cara de Touya.
Recuerdaba perfectamente el día que Keigo le había comentado sobre los cachorros, en aquel tiempo era un plan a futuro, un plan que se imaginó con lujo detalle, lleno de espectativas. Ahora, comparaba aquellas expectativas con la situación actual y solo podía decir que sus propias expectativas estaban muy lejos de la gran dicha que era ser padre.
—Realmente hermosa, gracias —dijo, para luego besar la coronilla de su amado.
Ambos perfumaron la habitación gracias a la necesidad primitiva que en ellos habitaba, y cuando la habitación estaba llena de ellos dejaron pasar a los invitados, especialmente a un pequeño que lucía ansioso por conocer a esa persona que tanto espero.
Shoto Todoroki había esperado con ansías a Nara. No había día ni noche que no preguntaba en qué momento su compañera de juegos y travesuras llegaría. Su desesperación incremento cuando el recital de su hermano llegó y después la presentación de teatro de su hermana, incluso la mudanza había llegado a su éxito. Shoto debía admitir que quería a Nara demasiado, lo suficiente como para no reclamarle por su tardía llegada.
Cuando entró a la habitación esperaba que Nara lo saludara y después saldrían a jugar. Pero eso no pasó.
Touya lo cargó y lo deposito a lado de Keigo y Nara. Ella era linda, linda como Fuyumi o como su madre; tambien era muy pequeña, probablemente, había heredado eso de la familia de Keigo; su cabello parecía suave con una mezcla extraña, pero le quedaba bien, y Shoto sabía eso porque su cabello era una mezcla extraña; las pequeñas manos regordetas apretaron con fuerza el meñique de Shoto como si fuera un pacto de unión, o bueno, así lo sintió Shoto, un pacto de hermandad; y los ojos dorados parecían dos monedas de oro, de las viejas que guardaba su abuela con recelo. Shoto le sonrió con ánimo y la pequeña rio de felicidad genuina.
—Ella es Nara —empezó Touya con calma—, y él es Shoto.
Fue una presentación sencilla, no como las que hacía en la primaria sobre cosas favoritas y nombres completos. Y eso fue adecuado, sencillo y fácil, se sentía como la mejor de las presentaciones, porque tendrían mucho tiempo para conocerse y él estaría encantado de conocer cada faceta de su hermanita.
Hermanita.
Shoto tocó la nariz de la menor y ella sonrió gustosa, entonces ella también lo sabía y estaba emocionada.
—Soy tu hermano mayor, y te voy a cuidar y enseñar muchas cosas. —Quería que ella supiera eso, que ella supiera que Shoto siempre estaría para ella en las buenas y en las malas.
Ver la adoración en los ojos de Shoto, fue como una patada en la cara sobre la realidad. Shoto podría hacer una y mil rabietas, pero al final del día seguía siendo el niño listo y amoroso de siempre, el niño que siempre buscaba ayudar a los demás, el niño que no tenía problemas en cuidar de los indefensos, el niño que había criado con amor.
Touya estaba genuinamente orgulloso de quién era su hermanito.
Keigo se las había ingeniado para atraer a sus dos pequeños a su pecho mientras les ronroneaba con cariño y besaba la frente de ambos. Su felicidad era tan desbordante que incluso había atraído a su alfa sin darse cuenta.
Los tonos cálidos que se coloreaban en sus corazones iban más allá de ellos.
Todos en la habitación desbordaban alegría y tranquilidad, definitivamente la tempestad se había aplacado y el hermoso arcoiris había aparecido.
♡◇♡
Como se presagió, Nara Todoroki había crecido de la mano de Shoto, siendo un trío imparable junto a Geten, la gentileza y honestidad del omega había florecido el lado más suave de la menor, mientras que la aventura y valentia de Shoto había forjado a una niña completamente curiosa hasta de la minima cosa.
Los mechones blancos había desaparecido de su cabello, para solo quedarse en la parte delantera. Usualmente, Keigo dejaba esos dos únicos mechones lejos de las ligas, dejandolos completamente libres; por el contrario de Touya que los usaba para resaltar los excentricos peinados que le hacía a la menor, como aquel día que sus trencitas parecían traer un listón dorado entre ellas.
Geten colocaba flores silvestres entre las intersección de las trenzas.
—Traje más. —La voz de Shoto hizo que ambos menores levantaran la vista para ver una canasta llena de flores de todo tipo de colores anaranjados.
El bosque donde acampaban en verano estaba lleno de flores, flores que nunca había visto Nara pero que Shoto y Geten estaban gustosos de enseñarle.
—Amarillas y naranjas —dijo la menor en voz baja mientras las contaba con cuidado.
La voz de la más joven era suave y chillona como la de su Padre Keigo, contraria a la profunda que Touya poseía.
—Me gustan esos colores —comentó Shoto para dejarse caer en el pasto junto a sus secuaces.
La menor asintió, procesando la información.
—A mi el morado —contestó.
Contrario a lo que todo el mundo esperaba, Nara era de poca habla, como Touya salía dejir Enji.
Geten comenzó a tararear la canción de cuna que Touya y Keigo cantaban a su niña. Era una melodía dulce. La menor le secundo con suaves tarareos mientras veía a su hermano mayor extenderle las flores a Geten.
Lo mucho que sabían los niños era un misterio para todo el mundo, era extraño ver desde su punto de vista sin sentirte tonto, porque los niños siempre veían más allá. Y Nara veía a su hermano mayor, era un verdadero hermano mayor, fuerte y valiente cuando se ameritaba, paciente y amoroso cuando se sentía indefensa, alegre y gracioso cuando la tempestad se aproximaba; ella veía a Shoto con colores de flores del bosque, lo veía con tonos anaranjados y brillantes como el sol; ella veía un Shoto hogareño como a sus padres.
—Hermano —llamó con suavidad.
Shoto tarareó con interés.
—Me gusta también el anaranjado, el morado un poco menos.
Una sonrisa torcida como la de su padre se asomó en los labios de su hermano.
Cerró sus ojos mientras caía en los brazos de Geten con la brisa en sus mejillas y el corazón hogareño que había heredado.