·Capítulo 12·

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En uno de los subsuelos abandonados de Mystcal, había una sala desierta, con objetos usados y antiguos. La sala era bastante grande, oscura y fría, pero perfecta para hacer reuniones de grandes multitudes. Aunque Jessica Dawson desconociese la existencia de la gran sala, la Cúpula Oscura era el centro de reuniones de la Hermandad Cazadora.

-Buenas noches a todos y bienvenidos a la cuarta reunión del trimestre de la Hermandad Cazadora -el hombre que hablaba era Philius Dorks, ya que era el jefe de la Hermandad-. Antes de empezar, quiero aclarar un asunto. Nuestra Hermandad no tiene piedad, no tiene miedo ni tampoco compasión -se movió de un lado a otro lanzando miradas frías-. Oh, parece que hay un Gnumano entre nosotros -miró al hombre, que era mitad humano mitad gnomo-, ¿cómo te llamas?

-S-soy Caleb Valkium -tartamudeó nervioso.

-Bien, Caleb. Como miembro de la Hermandad sabrás que los Gnumanos no son bien recibidos, ¿no? -dijo con voz gélida.

-Y-yo solo quería dinero, sé que a algunos les pagan una gran cantidad de dinero hiraethino... Pensé que no me discriminaríais si hacía un buen trabajo... -gotas de sudor caían de su frente y de sus cejas escarpadas. Philius rio.

-Pobre Gnomito... -habló Philius con rostro desafiante. Se dirigió a un altar, lleno de cuchillos, navajas y más artilugios macabros. El hombre cogió una especie de cuchara, pero tenía dos cuencos que se abrían y cerraban con el funcionamiento de unas tijeras-. Los Gnumanos deben ser esclavos, así que puedes irte despidiendo, Valkium -Philius volvió a reír. Acarició la piel del hombre con su extraño artilugio.

-¡Protestaré! ¡La comunidad de los Gnomos merece paz y tranquilidad! -gritó mientras trataba de apartar el aparato de su rostro.

-Demasiado tarde, Caleb -Philius clavó su extravagante cuchara en su ojo derecho. Hizo presión, haciendo que la cuchara encajase con las cuencas de los ojos del pobre hombre. Caleb gritó y sollozó, pero nada de eso sirvió para que Philius detuviera el macabro acto.

El Gnomo cayó al suelo, mientras unos grandes ríos de sangre caían del hueco de su ojo derecho.

Los presentes en la sala se quedaron petrificados ante el reciente suceso que desencadenó algunas lágrimas de varias personas.

-¡ALGUIEN MÁS! ¡VAMOS, NO SEAIS DÉBILES! -exclamó limpiando la sangre de su artilugio-. ¡AQUÍ NO HAY SITIO PARA LA PIEDAD!

La puerta de la sala se abrió, mostrando a unos hombres atléticos, vestidos con unos monos negros manchados de sangre. Llevaban en sus brazos a una mujer. Estaba muerta. Los que andaban delante de todos los demás eran los más cercanos a Philius, Enoch y Luther. Ellos se encargaban de realizar las misiones encomendadas por el jefe.

-Señor, aquí hay otros dos más -dejaron a la mujer en el suelo-. Esta mujer no quería decirme el número de la habitación de la Menry -dijo uno de los hombres con voz firme.

-¿Está muerta? -tocó a la mujer.

-Obvio, señor -miró el cadáver-. Se enfrentó a nosotros, bueno, lo intentó.

-Buen trabajo -Philius miró a los presentes de la sala-. Podéis iros todos, mañana haremos una nueva reunión -esperó a que abandonaran la sala para seguir hablando- Bien, ¿sabéis algo de la Menry? -preguntó.

-Sabemos que mantiene contacto con su sobrino, Philius -arqueó una ceja-. Por lo que tengo entendido, se odian.

-Oh, entonces tendremos el trabajo muy fácil -habló Philius victorioso.

-¿Qué piensa hacer? -preguntó uno de los hombres, intrigado.

-Harry podrá torturarla, debe comportarse como un hombre.

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