Las vacaciones de Semana Santa, no fueron precisamente unas vacaciones, o al menos Ginny no quería llamarlas así. Parecía que los profesores se habían puesto de acuerdo, para mandarles la mayor cantidad de deberes y así no tuvieran tiempo libre esa semana.
Ginny ya no quería saber nada de las clases, y mucho menos ver la pila de pergaminos que tenía que llenar, y los muchos libros que analizar. Aunque no era la única. Neville, se encontraba casi en medio de un colapso nervioso. Dean y Seamus se la pasaban maldiciendo por lo bajo a los profesores. Ron se dividía el tiempo entre los deberes, y buscar información para ayudar a Hagrid con la apelación para Buckbeak.
Y ni hablar de Hermione, quien a pesar de que ya no cursaba Adivinación, seguía teniendo muchas más asignaturas por las cuales debía preocuparse. El más calmado en la situación parecía ser Harry, quien se había preocupado calmadamente por los deberes, y de vez en cuando planear algunas estrategias con Oliver para el partido con Slytherin.
Ginny admiraba eso del azabache, que aunque tuviera tantas cosas que hacer, él seguía siendo organizado sin perder el control. Sabía que eso lo había aprendido de Lily, una mujer que había nacido para la organización. Por supuesto, ella no se encontraba en la misma situación.
Los temas de Sirius, Remus, los deberes, el Quidditch, cubrir a Hermione con el Giratiempo, y además intentar ayudar a Hagrid, se le combinaban tan a menudo, que se sorprendía de no haber causado una explosión con sus poderes. Sentía que ya no podía más.
Luna se reunía con ella a veces en la biblioteca, para ayudarla un poco, y a pesar de que fuera un año menor, resultaba ser una buena ayuda por su inteligencia.
Pero aun con todo esto, Ginny se sentía abrumada. Sentía que su mente a veces (por no decir todo el tiempo) le jugaba bromas de mal gusto, como darle insomnio por las noches, pesadillas, y muchos problemas más con los que tenía que lidiar. Además, a medida que se acercaba el día del partido contra Slytherin, la presión aumentaba.
Wood le recordaba a su equipo constantemente de que tenían que ganar el partido con una ventaja mayor, si querían ganar la copa. Y a pesar de que la responsabilidad de esto recaía en Harry, Oliver parecía no estar satisfecho con el desempeño de Ginny.
"Cuidado con las curvas, Ginny" le decía a veces en un tono frustrado, "Distrae a tus enemigos", "Tienes que estar en conexión con tus compañeras", "No te separes del grupo", "Esa jugada estuvo mal" "Tienes que repetirlo todo desde el principio".
Ella se contenía de lanzarle toda su furia con sus poderes, y aunque Harry ayudaba tomándola de la mano o diciéndole cosas bonitas y motivadoras, sentía que quería matar a Oliver. Estaba dando su mayor esfuerzo en los entrenamientos, pero nunca era suficiente.
Para empeorar la situación, toda la casa de Gryffindor estaba obsesionada con el partido. Gryffindor no había ganado la copa de Quidditch desde que Charlie, el hermano mayor de Ginny, había sido buscador, lo que hacía que Ginny tuviera más presión a pesar de no ejercer ese puesto. Todos los alumnos, esperaban ver de nuevo a un Weasley brillar en el campo, y como los gemelos habían tenido su momento, al igual que Charlie y Bill, esta vez le tocaba a Ginny.
Pero la presión que sentía, era solo la punta del Iceberg, pues con el paso de los días, se comenzó a notar una tensión entre Gryffindor y Slytherin, que aumentaba más si Harry y Draco estaban presentes, en el mismo lugar. Claro, ellos eran los eternos rivales, y aunque Ginny no quisiera admitirlo, se encontraba en medio de la disputa.
Por ser Gryffindor, jugar en ese equipo y ser amiga de Harry, tenía que mostrar que estaba de su lado, pero tampoco quería ver a Draco perder, porque sabía lo que le haría su padre. Ni siquiera quería imaginárselo. El rubio tenía mucha más presión social que ella, y aunque quisiera ayudarlo, debía mantenerse alejada de él, para no tener conflictos con Harry y su equipo.