Queja

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Queja

Ana miraba como crecían los hijos de Penina y como su esposo los tomaba en sus brazos con cariño y deseaba que Dios se acordara de ella y le diera  uno. Pero el tiempo pasaba y ella no veía sus oraciones contestadas.

Una noche Penina le dijo a su marido ante Ana -- Amado esposo quiero que esta noche duermas conmigo, siento que el Señor a bendecido mi vientre y concebire para gloria de esta casa un nuevo hijo -- Penina lo decía con orgullo mientras que Ana agachaba su cabeza.

Penina había visto esa tarde a Elcana acariciar y besar a Ana y celosa del trato de su esposo con ella quiso utilizar el arma más poderosa que tenía contra Ana y que la hacía sentir  superior a ella.  Elcana le había dicho a Ana que se preparara por que esa noche la visitaría en su habitación.

Pero ante la petición de Penina su corazón se dividió. Sin mirar a Ana le dijo a Penina su mujer que iría a su habitación esa noche.

Para Ana aquello fue más que una humillación de parte de Penina, fue en su corazón una venganza por parte de ella.

Esa noche de rodillas le decía al Señor: ¿Que te e hecho yo Señor? -- ¿Dónde está mi falta? No me encubras mi pecado, permite ver dónde tu ira  reposa  contra mí ¡Dímelo Señor! Para que yo me arrepienta y así tu ira y tu enojo cesen en mi contra y pueda ser quitada de mí esta maldición  -- Ana  oraba con amargura en su alma, sentia que Dios se había olvidado de ella y que si la miraba era para castigarla.

Había orado tantas veces pidiendo su milagro que cada mes lo veía más lejos de cumplirse.  Su corazón se llenaba de amargura y sus sueños de convertirse en madre en algo  imposible de cumplir.

Penina esa mañana después de que saliera Elcana de su casa se acercó a Ana y le dijo: Mi esposo dormirá conmigo todos estos días hasta que nuestro hijo se afirme en mi vientre. ¡Dios me ha bendecido! Y de ti Ana ya no se acuerda.

Las palabras de Penina la hacían enojar y aunque tratara de defenderse contra ellas en su mente sentía que ella tenía razón  -- Dios se había olvidado de ella.

Tal como lo dijo Penina Elcana durmió con ella todos los días de esa semana y Ana sólo lo veía por unos minutos cada tarde. A pesar de su trato dulce ella se empezó a sentir olvidada de todos.

Empezó a sentir que no era vista con buenos ojos hasta  de los que servían en la casa de su marido.  Su dolor crecía cada día un poco más.

Y como se esperaba Penina concibió  -- Te lo dije Ana, el Señor escucha mis oraciones y mi marido me amara a mí y a ti te aborrecera por ser como tierra seca que no da fruto  -- Tu belleza no se compara con lo que yo le ofrezco y aunque tú lo quieras ¡tu vientre siempre estará sellado!

-- ¡Eres cruel Penina! ¿Te e hecho yo algo para que me odies? -- Le preguntó enojada Ana  -- ¿Tengo yo la culpa de no tener hijos? -- ¡Claro que la tienes! -- Exclamó Penina -- Tú eres egoísta y mala, por eso el Señor no te bendice, porque tu corazón es oscuro como la noche, yo tengo el favor del Señor encambio tú Ana, puedes ver las respuestas a tus oraciones caer muertas al suelo cada vez que las elevas al cielo -- ¡Yo soy la favorita entre las dos y mi prueba son los hijos de mi señor!

Penina hería a Ana cada vez que le fuera posible garantizandose al hacerlo que se alejara de Elcana y algunas veces lo lograba. Ana se entristecia cada  vez más conforme veía a Penina darle a luz un nuevo hijo a su marido.

-- ¿De que me sirve venir a ti Señor? -- Si no oyes lo que te pido, Penina golpea mi corazón contra la verdad que me acusa y por más que mi esposo trata de hacerme  sentir bien, siento ya no amarlo -- ¡Señor! ¿Cuando te acordabas de mí? -- Las quejas de Ana hacían de su oración peticiones muertas, porque lo que salía de su boca eran muestras de enojo y frustración.

Ana la esposa jovenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora